Posiblemente el cambio fundamental que transformó el uso de internet en España de un lujo para tecnófilos a un gasto más para casi todos los hogares de clase media fue la tarifa plana. Gracias a ella, y a pesar de que nunca ha sido barata, sabíamos con antelación cuánto nos gastábamos en internet y se podía usar con tranquilidad, sin mirar el reloj. Recuerdo perfectamente las aplicaciones que se pusieron de moda para controlar el tiempo que pasábamos gastando teléfono para conectarnos a la red. También las primeras organizaciones de internautas, como la Plataforma Tarifa Plana, que exigían precisamente eso.
Es natural, por tanto, que la preocupación haya cundido entre los internautas ante las declaraciones del directivo de Telefónica Javier Linares en las que reconocía que la compañía está estudiando formas de acabar con los, digamos, usuarios más glotones de banda ancha. O, para ser exactos, hacerles pagar más.
En teoría, sin embargo, no tendría por qué ser una mala solución, siempre y cuando los demás usuarios pagaran menos. Hay muchos internautas que no emplean mucho ancho de banda y a quienes les vendría bien pagar menos a cambio de tener una limitación mensual. Sería recomendable, en cualquier caso, que tras superar esos topes la conexión se ralentizara, como sucede actualmente con las tarifas de 3G, y no que se pasara a cobrar más; en otro caso, las operadoras se enfrentarían a continuos problemas de imagen y de usuarios cabreados por tener que pagar más para recibir spam o anuncios no deseados en la web.
Ese escenario más o menos ideal tendría efectos similares a los del copago en sanidad. Ahora parece no haber más opciones que no conectarse o tener barra libre, y teniendo tarifas más baratas con ciertos límites nos haría más conscientes de lo que cuesta el ancho de banda y muchos optarían por gastar menos para pagar menos, rebajando las exigencias a las redes de las operadoras, que reducirían sus costes. Aunque seguramente yo estaría entre los principales damnificados, debo reconocer que en principio parece una solución justa y buena para casi todos. Y los de la ceja estarían especialmente satisfechos, o al menos deberían.
Sin embargo, vislumbro al menos dos problemas con esta solución. El primero, que es posible que los planes de las operadoras no sean debidos a la saturación de la red y a una mejor gestión de la misma, sino al interés en desincentivar el uso de internet para ver vídeos, promocionando así sus imagenios y demás plataformas televisivas. En tal caso, los nuevos precios no harían necesariamente más barato conectarse a internet a los usuarios menos intensivos, pero sí mucho más caro a quienes más gasto hacen.
El problema más preocupante, en cualquier caso, es algo más sutil. La existencia de estos límites no sólo reduciría el uso del P2P y el vídeo online, actualmente los dos mayores chupópteros de ancho de banda en el mundo, con una gran distancia respecto a sus perseguidores. También perjudicaría la posible aparición de nuevas aplicaciones de impacto similar. Piénsenlo. Si en el año 1999 hubiéramos tenido límites al ancho de banda mensual, ¿habríamos utilizado tanto Napster? ¿Habría cuajado o se habría marchitado por falta de usuarios? Si en 2005 no hubiéramos tenido barra libre, ¿habríamos visto o subido tantos vídeos idiotas en YouTube? ¿Tendría el vídeo online el éxito que ahora tiene?
¿Qué novedad nos perderemos si no podemos gastar más de 25 gigas al mes? Yo no lo sé. Las telecos tampoco. Y si estos límites se popularizan en todo el mundo, es posible que no lo lleguemos a saber jamás.