No tiene ni tiempo ni capacidad para dar la cara en rueda de prensa junto a Rubalcaba para dar explicaciones sobre los últimos caídos en la silenciada guerra de Afganistán. Tampoco informa del papel de su Ministerio en la lucha contra los terroristas que secuestran a españoles fuera de nuestras fronteras, seguramente porque este se limite al de hacer llegar a los raptores el dinero por el que secuestran y seguirán secuestrando. No comparece para dar explicaciones sobre las vicisitudes, el sentido y el futuro de nuestra presencia militar en todas y cada una de las misiones internacionales en las que estamos inmersos. No informa del contenido de sus reuniones con sus homólogos aliados (ni siquiera sabemos si las mantiene), aun tras conocerse decisiones tan trascendentales, y que tanto nos afectan, como el anuncio de retirada a plazo fijo de Afganistán hecho por Obama. Como ministra de cuota que es, parecería que le basta haber pasado revista embarazada a nuestras tropas para ya equipararse al elogiable grupo de mujeres que pertenecen a nuestras Fuerzas Armadas, algunas de las cuales ya han dado su vida por España o han destacado por ser números uno de su promoción.
En lo que ha destacado la incompetente ministra de Defensa, en cambio, es en el tiempo y la capacidad que ha dedicado a soliviantar a los militares con normativas tales como limitar su presencia en actos religiosos o poner coto a las camisas descubiertas y las características patillas y barbas que siempre han podido lucir los legionarios. Ahora, también en pos de "la estética", pretende suprimir el gorro con borla, el tradicional chapiri legionario, y cambiarlo por una boina granate.
A lo mejor a la ministra le parece más "estética" la camiseta que lucían sus compañeros del PSC en solidaridad con Pepe Rubianes, con el que ella misma también se solidarizó después de que este proclamase su "puta España". O ese esmoquin, con camiseta y pseudo corbata estampada, con la que la ministra se saltó el protocolo de la Casa Real durante una celebración de la Pascua Militar. El caso es que la estética importa, y esos rasgos distintivos que la ministra pretende erradicar de la Legión son señas de identidad que contribuyen a formar el llamado espíritu de cuerpo. Ese orgullo de pertenencia suple las bajísimas retribuciones económicas que perciben nuestros soldados, por lo que hace aun más ofensivas y mezquinas las pretensiones de la ministra.
Y es que, carente tanto de formación como de espíritu castrense, Chacón parece no tener ni siquiera la sensibilidad elemental para entender el orgullo que pueden sentir los soldados con ese protagonismo que adquieren durante algunas ceremonias religiosas, o la emoción de los legionarios que cantan y lloran mientras sostienen al Cristo de la Buena Muerte. Parece no comprender el valor que tienen, especialmente en el Ejército, la tradición y las señas de identidad, aunque estas se plasmen en cosas aparentemente sin importancia como un gorro, unas patillas, una forma de desfilar o una cabra.
Para Chacón, como también para muchos otros, todo esto constituye una antigualla irracional, vestigios de una España casposa, muy poco moderna y estética, que hay que erradicar. Y es que, como dijera Chesterton en su formidable ensayo sobre "los derechos del ritual", hay quienes "no son lo bastante sutiles para comprender lo simple, ni tienen la perspicacia o la inteligencia necesarias para comprender las cosas sencillas y populares". Eso, o meras ganas de incordiar.