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Eva Miquel Subías

El huevo deseado

Esta empresaria catalana, emprendedora, visionaria y con arrojo, que ha sabido transmitir lo mejor del espíritu barcelonés en sus locales, se siente decepcionada y advierte de la defunción de la Ciudad Condal

Annie Hall es uno de mis largometrajes preferidos. Me transporta a la época gloriosa y de esplendor de Woody Allen y con eso me basta. En una de estas noches de desvelo, por motivos que no vienen a cuento y entre el sonido metálico de las chicharras, me acordé de esa magnífica secuencia en la que Alvy Singer, tras el reencuentro con una espléndida Diane Keaton, recuerda un viejo chiste donde un tipo le cuenta al psiquiatra que su hermano está loco, al creerse una gallina; y a la pregunta del doctor de por qué no lo lleva a un manicomio, le contesta: lo haría pero... es que, verá, necesito los huevos.

Así es cómo Allen dice entender las relaciones humanas: irracionales, absurdas, pero que mantenemos porque deseamos esos huevos.

En una de esas horas después de haber amanecido en la que me entregué al surfing radiofónico gracias a nuestra querida tecnología que me permite llevar en el iPhone numerosas emisoras esté donde esté, cacé al vuelo la entrevista al Conseller d´Innovació, Universitats i Empreses donde llamaba a la insumisión y al no cumplimiento de "sentencias de este tipo", refiriéndose al recurso interpuesto por la actual Directora de la Oficina del Defensor del Pueblo ante el Tribunal Constitucional por la Ley de Acogida de Inmigrantes donde en su artículo 9 establece un sistema de preferencia lingüística del catalán sobre el castellano en cuanto a la formación, información y prestación del servicio de primera acogida para inmigrantes.

Josep Huguet, uno de los consejeros de la Generalitat de ERC a quien le tocó su particular y ansiado trozo de tarta en el reparto del gobierno tripartito y tras tildar al cesado Mújica de fascista en clara sintonía con el gráfico dicho español "cree el ladrón que son todos de su condición", suelta lo siguiente: "Las Instituciones de Estado que deberían ser neutras y arbitrar, tales como el Defensor del Pueblo, se utilizan como instrumento para aplicar un modelo de preeminencia de una lengua sobre otras".

Recuerdo en mi etapa escolar a mi entonces profesora de lengua y literatura catalanas, que entre lecturas de Narcís Oller nos intentaba explicar la diferencia entre bilingüismo y diglosia poniendo como ejemplo la época en la que la lengua catalana se había sentido en inferioridad de condiciones. ¡Cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo! Pues sí, no hace tanto, así que nadie se ponga a contar, que una servidora cursaba BUP en las Escuelas Pías de Barcelona en los años ochenta. Entiendo que por preeminencia de una lengua sobre otra sabrá el Consejero a qué se refiere ya que éste es un ferviente partidario de las sanciones económicas de la Generalitat a los comercios que rotulen en castellano. No es el caso de un rótulo en serbo-croata, cap problema, doncs.

Otra perla del muchacho cuya gran aportación a Cataluña ha sido la de ir sustituyendo progresivamente souvenirs de marcado carácter español por figuritas de castellers, ya que aquellas están hechas y vienen de "fuera" (por mi madre que mis orejillas lo escucharon) ha sido la siguiente: "Nos quieren atar de pies y manos para que no podamos abordar un fenómeno tan complejo como la inmigración desde nuestras responsabilidades".

Habló de responsabilidades uno de tantos que bramaba contra la Delegación de Gobierno de Cataluña en época de José María Aznar paseándose ante las iglesias para dar apoyo a los numerosos inmigrantes sin papeles que se hacinaron en ellas manifestándose por la negación, en algunos casos, de la documentación requerida para circular de manera regular en nuestro país.

Por cierto, de aquellos polvos estos lodos, pero hoy no toca que me estoy acelerando. No tienen el más mínimo pudor a la hora de soltar por esa boquita tales barbaridades. No tienen, y lo siento porque saben que intento cuidar el envoltorio con el que suelo contarles las cosas, vergüenza. Ni la tienen, ni la conocen y además, seguro que duermen a pierna suelta.

Acabo. Me hizo ilusión leer el otro día la entrevista en Yo Dona a Rosa Esteva, la fundadora y propietaria del Grupo Tragaluz. Les diré de antemano que soy clienta habitual de sus establecimientos desde el original Mordisco, donde siendo muy jovencitas nos dirigíamos al Paseo de Gracia con Rosellón a tomarnos unas refrescantes ensaladas junto a Carmen y Laura con unos rollitos de sándwich tostado original y apetitoso. Allí, nuestras penurias y alegrías amorosas se digerían mucho mejor. Y si te tocaba en la mesa de al lado a Jaume Figueras, estupendo pues. Siempre tenía alguna película en mente por la que preguntar a uno de los mejores críticos de cine de este país.

Decía que acababa y acabo. Esta empresaria catalana, emprendedora, visionaria y con arrojo, que ha sabido transmitir lo mejor del espíritu barcelonés a través de la estética, calidad gastronómica y funcionalidad de sus locales, se siente decepcionada y advierte de la defunción de la Ciudad Condal gracias a la inigualable labor del nefasto tripartito. Y lo dice, por fortuna –como otros muchos en privado– una clara representante de la sociedad civil de Barcelona y de la tradicional burguesía catalana. Pero cada vez más, aunque intento mantener mi insensato optimismo, creo que mis paisanos necesitan esos huevos.

En España

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