Sergio Lentisco Martino me reconviene porque estuve "muy desafortunado" al señalar el ridículo de Montilla (el presidente de la Generalidad catalana) cuando habló en castellano a las víctimas del accidente de Castelldefels. Lo siento, pero me pareció una situación ridícula. Es más, ahora me parece hipócrita. Montilla hace alardes de hablar en catalán, incluso cuando perora en el Senado de la nación. Pero, ante el accidente de Castelldefels, se dio cuenta de que las víctimas eran todas hispanoamericanas y no tuvo más remedio que dirigirse a ellas en castellano. La situación es ridícula e hipócrita por cuanto los hijos de esas víctimas no pueden optar a recibir una enseñanza en castellano. Por cierto, la periodista que reseñó el accidente dijo que "las víctimas no eran catalanas". Claro que lo eran, solo que de origen hispanoamericano. Es como aquella vieja crónica de un accidente de tren en el que "por fortuna, las víctimas han sido todas de tercera (clase)". Catalanes son todos los que viven regularmente en Cataluña. Yo lo he sido durante algunos años de mi vida.
Juan J. Craballal está de acuerdo con que el Palacio Real lo es aunque en él no viva nadie o lo habite un presidente de la República. Bien es verdad que el presidente Azaña intentó que se llamara Palacio Nacional. Añade don Juan J., "en la actualidad no me extrañaría que cualquier día se le empezara a llamar Palacio del Estado". Entiendo que se queda corto. Mi predicción es que la fiesta de los toros o fiesta nacional será pronto la fiesta del Estado. Don Juan J. opina que los nacionalistas en España se apoyan en las lenguas respectivas porque lo folclórico no sería suficiente. Mi parecer es otro. Los irlandeses se alzaron con la independencia, pero su nacionalismo secular no se basó en la imposible hegemonía del gaélico. Hicieron bien en conservar el inglés.
Se vuelve a discutir, una vez más, si en España hay discriminación lingüística. Claro que existe esa discriminación allí donde coexisten dos lenguas oficiales, como en el caso de Cataluña y otras regiones. La clave está en que se trata de imponer la enseñanza o el uso oficial de la lengua regional para tratar de arrinconar el idioma español. Nunca en la Historia ha sido tan alta la proporción de españoles que pueden entender el español. Al mismo tiempo, nunca ha habido tantos obstáculos legales para que los españoles todos se puedan expresar públicamente en ese idioma. Es una gran paradoja. No me vale el argumento de que en Cataluña todos los catalanes pueden expresarse tranquilamente en los dos idiomas oficiales, catalán y español. Ese argumento falaz lo repiten algunas personas eminentes que anteponen el "pienso de que" a esa declaración. En Cataluña el bilingüismo real es un hecho, más que nada por la fuerza internacional de la lengua española. Pero es otro hecho que en Cataluña los castellanoparlantes (más o menos la mitad de la población) no tienen reconocido el derecho a que se les dé la enseñanza obligatoria en español. Eso es discriminación.