Los diamantes de Naomi
La foto no tiene desperdicio: Mandela, un intocable símbolo de nuestra era y de la nueva África, junto al carnicero de Monrovia.
El frívolo debate sobre quién miente en la cuestión de los "diamantes de sangre", si Farrow o Campbell, ha desempolvado las viejas atrocidades cometidas en Liberia y en Sierra Leona durante los años 90 y de las que se acusa a Charles Ghankay Taylor: 11 cargos por asesinatos, violaciones, mutilaciones, esclavitud sexual, y reclutamiento de niños soldados. Gracias a la presencia de las celebrities en el proceso, que lleva en marcha unos tres años aunque con varias interrupciones, ha saltado a la luz pública. Su testimonio no será determinante pero permitirá reconstruir uno de los primeros viajes en que Taylor vendió y regaló "diamantes de sangre" – tema que ha estallado en otros países escenarios de brutales guerras como Costa de Marfil, Angola y la República Democrática del Congo–. Los obtenía de Sierra Leona a cambio de armas para las guerrillas embarcadas en una larga guerra civil.
A la pobre Campbell, figura envidiada y hosca, le ha caído encima todo el menosprecio del mundo por decir que no supo distinguir entre una piedra y un diamante, que no tenía ni idea de quién era Taylor y menos de que existiera un país llamado Liberia. ¿Y qué? Desde luego no es la única, así que no hay por qué pedirle ningún tipo de responsabilidad moral. Al fin y al cabo, los diamantes acabaron en la Fundación Infantil de Nelson Mandela.
¿Qué hacia sin embargo Charles Taylor en una cena benéfica en casa de Nelson Mandela en 1997, lugar donde ocurrieron los hechos en cuestión? La foto no tiene desperdicio: Mandela, un intocable símbolo de nuestra era y de la nueva África, junto al carnicero de Monrovia. Vale que en aquel momento no se tuviera constancia de todas las barbaridades de Taylor, pero ya se conocían muchas de ellas.
Taylor logró escapar de una cárcel de alta seguridad en Estados Unidos tras haber huido a este país en 1983 con miles de dólares de fondos públicos, de los que se apropió durante su cargo de viceministro de Comercio en Monrovia. En 1989 creó el Frente Patriótico Nacional de Liberia, e instigó la lucha entre las etnias locales hasta llevar al país a una guerra civil (1989-1996). Aquello se convirtió en un exterminio delirante que le permitió hacerse con el control de buena parte del territorio nacional y de las explotaciones de caucho y oro. Luego se convirtió en presidente del país tras una exitosa campaña electoral con el eslogan "Mejor el diablo conocido, que el ángel por conocer". Obtenido el monopolio en su país puso sus ojos en las minas de diamantes de Sierra Leona, el Estado vecino. Allí subvencionó el Frente Revolucionario Unido, su aliado, que no escatimó en masacres y barbaridades de todo tipo. Posteriormente, Taylor llevó a su país a una segunda guerra civil (1999-2003), y tras huir de Liberia fue capturado y extraditado a La Haya.
Además de este largo currículum, Charles Ghankay Taylor es el primer dirigente africano que es juzgado por crímenes de esta naturaleza, aunque han habido muchos candidatos: Idi Amín Dadá de Uganda, Hisséne Habré de Chad, Mengistu Haile Mariam de Etiopía y los actuales presidentes de Sudán y Zimbabue, Omar Al-Bashir y Robert Mugabe. Lo que demuestran que hay un patrón común y que cuando no son diamantes, es petróleo, oro, uranio, maderas y cualquier otra materia prima. Una desastrosa combinación de ingredientes que se repite aún hoy en demasiadas partes de África.
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