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EDITORIAL

Símbolos contra el nacionalismo

Cada vez se va evidenciando de una manera más descarada que el nacionalismo va de la mano del prohibicionismo y del intervencionismo, lo que equivale a decir que la nación de la que ansían desgajarse, España, va identificándose más con la libertad.

El nacionalismo sobrevive gracias a los mitos y a los símbolos. Ambos instrumentos le sirven para engordar cualquier mínima diferencia hasta convertirlo en un "hecho diferencial" entre dos "comunidades nacionales". Si los mitos se demuestran falsos y la fuerza de los símbolos se diluye, los nacionalistas aparecen como lo que son: una escuadra de supersticiosos que utilizan el supuesto amor hacia sí mismos para camuflar el intenso e irracional odio hacia los demás.

Por eso el nacionalismo se encarga de retorcer la historia hasta volverla irreconocible y otorga tanta importancia a elementos como la bandera, el himno, la lengua e incluso en algunos casos la raza. Necesita que la identidad de cada individuo quede definida en función de su adscripción al rebaño nacionalista para, de ese modo, poderlo pastorear con mayor facilidad. Así, cualquier símbolo o rasgo de social que no encaje en su artificial concepto de identidad colectiva es visto como una amenaza, como un ataque a las esencias de la nación, y debe ser eliminado en legítima defensa.

El caso de la victoria de la selección española de fútbol en Sudáfrica fue paradigmático. Miles de aficionados catalanes y vascos salieron a la calle para celebrar el éxito deportivo del equipo de "otra nación", lo cual socavaba la legitimidad misma del nacionalismo catalán y vasco. Por eso, durante los días de las celebraciones no fueron excepcionales las agresiones a quienes manifestaban un "exceso de españolidad" y a las pocas semanas incluso se ha intentado iniciar una persecución institucional contra parte de la ciudadanía –en concreto, contra los taxistas barceloneses que osaron exhibir la bandera española.

Lo mismo cabe decir de la prohibición de los toros en Cataluña impulsada por los diputados nacionalistas. Empleando como excusa motivos animalistas –ideología que por otros motivos también supone una grave amenaza contra las libertades individuales–, se ha logrado acabar con las corridas de toros en toda la región catalana a partir de 2012. Dado que los ingenieros nacionalistas construyen su identidad catalana enfrentada a cualquier rasgo que suene remotamente español, las corridas de toros –que no cualesquiera otras formas de "maltrato" animal– debían desaparecer de su "nación".

Sin embargo, el ansia totalizadora del nacionalismo es tal que puede que terminen perdiendo la apuesta. Cada vez se va evidenciando de una manera más descarada que el nacionalismo va de la mano del prohibicionismo y del intervencionismo, lo que equivale a decir que la nación de la que ansían desgajarse, España, va identificándose más con el liberalismo y la libertad.

La extrema dependencia que tiene el nacionalismo de los símbolos podría terminar pasándoles factura si adquieren una bien merecida imagen de censores y represores. Los gritos de 'libertad' en la Monumental son gritos contra el nacionalismo; no porque los aficionados estén inmersos en una campaña ideológica o política, sino porque la bota que les aplasta y contra la que se rebelan es a todas luces la del nacionalismo.

Sólo cabe esperar que este movimiento de destape del colectivismo nacionalista prosiga y se amplíe a todos los ámbitos de la sociedad donde su nefasta intervención ha dejado impronta. Necesitamos más símbolos de resistencia y de lucha contra la verdadare cara del nacionalismo: la opresión.

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