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Serafín Fanjul

Poliedros con mucha cara

Entretenimientos de Carnaval, vaya. Cuanto hay en torno a esa ocultación y aplastamiento del ser humano no lo ven, no les interesa, les complica la vida, luego no existe.

  • Es un asunto complejo, matizable, poliédrico (sic) –asevera con aire doctoral la periodista progre que quiere nadar y guardar la ropa cuando se menciona la palabra burka. Tras afirmar que ella está contra tal disfraz (obviamente, no lo llama así), entona el "Sí, pero...", poliédricamente coronado. O sea que tiene muchos ángulos y muchas caras o perspectivas de análisis. Vale: ¿y qué fenómeno humano, controvertido o no, no los tiene? Como siempre: no decir nada para "respetar al otro" y, en definitiva, para no hacer nada, lo que en realidad se busca. Y buen pretexto argumental para el gobierno "progresista" –¿progresista de qué?– que procura lo mismo, no mover un dedo, dejar que el problema crezca y, mientras tanto , seguir subvencionando y dando cancha en los despachos entre bambalinas a musulmanes cuyo objetivo no es precisamente instaurar la libertad, aunque clamen por este vocablo cuando se trata de obligar a sus mujeres a llevar el velo. Y digo velo, no rebozo, toca o mantón.
  • Prohibir el burka es un error –sentencia la infeliz Bibiana.
  • ¿Y por qué?
  • Es un error porque es un error.
  • Y usted es una tautóloga.
  • Sin ofender , ¿y eso qué es?

Como no es cosa de perder el tiempo explicando algo a quien nada quiere oír, nos ceñiremos a la propuesta del PP –presentada en el Congreso el pasado día 20– para vedar el uso de burkas y velos (repito: velos, no hiyab) en espacios públicos y, contra toda razón, tumbada por los "progresistas".

¿Por qué lo hacen? Hay varios motivos, en modo alguno excluyentes entre sí: no tolerar ninguna victoria política al PP, ni en asuntos secundarios, y menos aun permitirle encabezar movimientos sociales de ningún género cuando , tímidamente, lo intenta; contentar al lobby moro y morófilo que vivaquea en la Pesoe, no sólo compuesto por musulmanes, sino también por mercachifles con negocios allende; no desenmascarar la mamarrachada de la Alianza de Civilizaciones al bajar al terreno de la realidad; evitarse líos con los moros extremistas residentes en España, siempre los más visibles, nada dispuestos a que se les arrebate un juguete tan vistoso en su ocupación sistemática del espacio público en cada ocasión que se lo permitimos, que son muchas. En resumen: la ministra de Igualdad defendiendo no ya la desigualdad, sino la barbarie. Criatura.

Por otra parte, los progres piensan que ponerse un burka o un velo, de por vida, no pasa de ser una peculiaridad cultural –y por tanto relativizable–, hasta divertida, como cuando De la Vega, con poco éxito, se disfraza de Rosa del Azafrán en aquello del Akuna Matata, o Moratinos culmina sus sueños aventureros con un turbante de Sandokán. Entretenimientos de Carnaval, vaya. Cuanto hay en torno a esa ocultación y aplastamiento del ser humano no lo ven, no les interesa, les complica la vida, luego no existe. Postura en la que vienen a coincidir hasta liberales que circulan por estas páginas, con un tono requetedogmático. Y –creemos– el dogmatismo es el único desliz en que no puede incurrir un liberal: cuando leemos u oímos comentarios en este sentido ("Cada cual que se vista como quiera"), traducimos de manera automática: "Como a mí no me afecta, a las moras que las zurzan y verás qué bien quedo cantando a la Libertad".

Razones de seguridad, de respeto a la dignidad humana y de mantenimiento de nuestros hábitos indumentarios –que hoy por hoy son bastante razonables y tolerantes– aconsejan erradicar burkas y velos, sin caer en la trampa de las creencias religiosas. Es cierto que el Corán utiliza la palabra "velo" (bi-jumuri-hinna, plural de jimár), pero no parece que debamos someter nuestros Códigos Civil y Penal y nuestras normas administrativas a los caprichos e imposiciones de una religión que, por ende, se distingue por la intolerancia absoluta hacia todas las demás.

Nota bene:Disculpen los lectores la insistencia en distinguir entre velo y hiyab. No son manías de filólogo, lo hacemos con la esperanza –seguramente utópica– de que algún periodista de campanillas lo lea y decida sumarse a esta clarificación. Pura fantasía.

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