Al fin, ya sabemos por qué la ministra Chacón no concedió pasar revista a aquellos aguerridos maulets que pugnaron por propinarle una patriótica paliza a Don José, muy cívico conato de linchamiento que llevaría a la perentoria disolución de la célebre bullanga de Barcelona. Y es que andaba ocupada en pergeñar, al alimón con Felipe González, un sentido homenaje al movimiento surrealista, ése que bajo el título Apuntes sobre Cataluña y España acaba de airear El País. Así, en Los campos magnéticos, escribía Louis Aragon: "El surrealismo no es sólo un modo de escritura, sino una actividad psíquica que corresponde bastante bien al estado de ensueño, estado que hoy en día es muy difícil de delimitar".
Y tan difícil. Por algo, presas ambos, Chacón y González, de esa imprecisa narcolepsia, entre bostezo y bostezo, han dado en pastar juntos dentro del mismo campo semántico que Batasuna y la Esquerra. Era lo que nos faltaba por ver, Mister X embutido en una señera y apropiándose de la retórica abertzale de Josu Ternera y su cuate Carod Rovira. De tal guisa, desconsolados, lloran Carme y Felipe por la ruin perfidia de quienes han dejado a su "nación sin Estado", Cataluña por más señas, huérfana de la una y el otro. ¿Cómo no imaginar el íntimo desgarro del padre de la LOAPA al contemplar a Celestino Corbacho desposeído de sus atributos nacionales?
Sin embargo, en el de profundis identitario falla la premisa mayor. Pues aún hoy constituye un ignoto misterio quién le robó el carro a Manolo Escobar, pero en cuanto al hurto de la nación de Carme, el enigma está resuelto en las actas del Congreso de los Diputados. Culpable convicto y confeso fue el PSOE, que contó para el empeño con la impagable connivencia activa del PSC. Al cabo, el Tribunal Constitucional no ha necesitado tocar ni una coma del artículo primero del Estatut, ése que, merced a una oportuna enmienda socialista, define a Cataluña como nacionalidad, y no como nación. Algo que luego ratificarían en el referéndum los catalanes. Quizá, cuando despierte de su plácido sueño, la diputada Chacón recuerde que fue ella misma quien frustro en las Cortes el supremo anhelo del cándido Felipe, la "Nación de naciones". ¿Pero por tan lerda tendrán a su gente?