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Florentino Portero

Cambio de estrategia

La crisis provocada por el general McChrystal, con sus famosas declaraciones a la revista Rolling Stone, tiene una sorprendente coherencia vista en perspectiva. En términos militares diría que fue un brillante movimiento táctico.

Estos últimos días hemos asistido a un renovado debate sobre la estrategia que la Alianza Atlántica sigue en Afganistán a propósito de un conjunto relevante de hechos: la comparecencia del general Petraeus ante la Comisión correspondiente del Senado norteamericano para lograr la confirmación de su nombramiento como Comandante de las tropas allí desplegadas; la Conferencia de Donantes celebrada en Kabul; la intervención del secretario general de la OTAN en Londres y la decisión del Gabinete británico de poner fechas al proceso de retirada de sus tropas.

Centrándonos en lo fundamental. Obama aceptó formalmente la estrategia diseñada por el general McChrystal para, de hecho, boicotearla. Los elementos clave son tres:

Como ya señalamos en su momento Rafael Bardají y yo mismo, Obama estaba estableciendo las bases para una estrategia de salida, en la que las culpas del desastre acabarían recayendo en Karzai y McChrystal. El primero por no haber sido capaz de combatir la corrupción, establecer una Administración eficaz y dotarse de unas fuerzas competentes y el segundo por no haber infligido a las fuerzas talibán un daño suficiente. Obama quería presentarse a la reelección con el conflicto afgano superado y, del mismo modo que no tuvo ningún escrúpulo en pedir la rendición ante al-Qaeda y la insurgencia suní en Irak, estaba dispuesto a ceder ante el islamismo en Afganistán.

La crisis provocada por el general McChrystal, con sus famosas declaraciones a la revista Rolling Stone, tiene una sorprendente coherencia vista en perspectiva. En términos militares diría que fue un brillante movimiento táctico de importantísimas consecuencias políticas y estratégicas:

Tanto el secretario general de la OTAN como el enviado especial del propio presidente para Afganistán y Pakistán han hecho declaraciones considerando la fecha de julio del 2011 como inviable y subrayando la necesidad de un compromiso firme con la reconstrucción del país. Portavoces de la Administración norteamericana nos quieren hacer creer que, en realidad, lo que el presidente quería decir era que el repliegue comenzaría en esa fecha si las condiciones lo permitían. Bienvenida sea la rectificación, aunque el daño ya está hecho; sin embargo, falta por dar el paso siguiente: establecer un contingente apropiado y dejar muy claro que no todo vale, que una cosa es que jefes talibán se incorporen y otra muy distinta es que se les devuelva el poder. Hoy por hoy la Alianza está encontrado fuerte resistencia en su avance. Los talibán resisten bien. Pero, y esto es lo peor, algunos de los pocos países que estaban combatiendo de verdad –Reino Unido, Canadá, Holanda– se están retirando ante la pérdida de apoyo popular, el alto coste económico y la falta de confianza en el liderazgo norteamericano. Sacrificar vidas humanas es algo muy serio y no resulta sensato hacerlo cuando quien dirige las operaciones ha renunciado a la victoria y está buscando una vía de escape.

La llegada de Petraeus cambia muchas cosas. La Casa Blanca ha perdido la iniciativa gracias a la maniobra de McChrystal y ahora falta por ver quién y cómo se resuelve el pulso.

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