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¿El final de la Defensa?

La capitis diminutio de las FFAA es una realidad que se evidenciará el próximo año cuando el número de efectivos deba reducirse para poder pagar la nómina y cuando los recursos para operación y funcionamiento se vean de nuevo notablemente recortados.

El presidente del Gobierno anunció en el reciente Debate del Estado de la Nación una reducción del límite de gasto no financiero del 7,7% para 2010; lo que implicará reducciones de los presupuestos de todos los ministerios del 15%, preservando al máximo las partidas relacionadas con educación e investigación, desarrollo e innovación.

La partida de infraestructuras dependerá de que el sector privado eche una mano al Gobierno financiando infraestructuras, como si lo pudiera hacer con fondos diferentes de los que utiliza la propia Administración, es decir llamando a la puerta de los bancos.

La ausencia de referencias a las actividades de las fuerzas armadas o a la política de seguridad en el debate por parte de todos los portavoces de los partidos es un claro indicativo de que somos pocos, y cada vez menos, los que creemos en la importancia de nuestra política de seguridad y defensa como elemento coadyuvante del bienestar social y del desarrollo económico.

Según diversas fuentes la reducción del presupuesto del Ministerio de Defensa el año que viene estará en el entorno del 15%, con una disminución de los créditos de inversiones y mantenimiento en un 40%, y de las operaciones de imposición de paz, lo que tendrá como consecuencia inmediata un plan de abandono de misiones internacionales por su insostenibilidad económica y por la falta de interés político en las mismas.

Solo dos datos: la contribución española a la OTAN es similar al coste por haber ganado el mundial de fútbol y el presupuesto de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Defensa tiene una dotación similar al capítulo de apoyo a las industrias culturales de Andalucía; la dotación para la internacionalización del flamenco supera en cuantía a muchos de los programas de I+D financiados por Defensa. Seguramente que buceando por los presupuestos autonómicos podemos encontrar ejemplos más sangrantes.

Sin embargo, el Ministerio de Defensa ya inició su ajuste hace dos años y hoy maneja un presupuesto en términos reales inferior al 10% al de hace dos años y con unas inversiones que el año que viene serán un tercio de las que eran hace tres años.

Ante esta perspectiva, qué pensar de la tercera serie de los aviones Typhoon, o del vehículo 8x8, o de la construcción de nuevos buques, y no digamos de aquellos proyectos de medio y largo plazo que deben servir para mantener unos niveles aceptables de seguridad y solidaridad internacional, proyectos sin financiación posible ante este escenario.

Y cómo pensar en la participación privada cuando casi todos los bancos mantienen unas policies de no involucrarse en negocios de defensa y apenas existe crédito disponible.

Todo esto sin hablar de la deuda pendiente de pago del Ministerio de Defensa que en términos de comparación internacional sería como si España tuviera una ratio de deuda sobre PIB del 300%, o sea fuera del euro y de los mercados internacionales.

La capitis diminutio de las Fuerzas Armadas es una realidad que se evidenciará el próximo año cuando el número de efectivos deba reducirse para poder pagar la nómina y cuando los recursos para operación y funcionamiento se vean de nuevo notablemente recortados. Y cuando se descubra que no pasa nada trascendental por reducir unos miles de efectivos, lo volverán a hacer al año siguiente, y nadie lo criticará.

Sin embargo, el problema no puede evidenciarse como presupuestario, todos los gobiernos nacionales desde 1990 han venido reduciendo de forma sistemática los gastos en defensa desde el 2,5% a menos del 1% del PIB, y la razón es la ausencia de interés general por la política de defensa y seguridad, excepto cuando sirve para que te den palmaditas en la espalda cuando se acude a los encuentros internacionales.

Si nuestros cooperantes o pescadores son secuestrados, se les echa la culpa por estar donde no debían; si nuestros ciudadanos son expulsados de países vecinos por practicar virtudes cristianas, le llamamos provocadores y si Irán construye misiles con cabezas nucleares capaces de llegar a Europa, entonces mejor hacerse amiguitos y pensar que apuntarán para otro lado; nuestra política de seguridad es de avestruz y antes estas actitudes qué podemos esperar. Es como cuando Francia construyó la Línea Maginot y se echó a dormir confiada de su invulnerabilidad: a la semana la esvástica ondeaba en la Torre Eiffel.

No sabemos si se echará el cerrojo de la defensa en el año que viene, pero no cabe ser optimistas, estamos mal y estaremos peor. Sólo nos queda creer que cuando pase la crisis, el Gobierno devolverá a la Defensa lo que le ha quitado, pero para entonces habrá que ver en qué queda del edificio de la seguridad.

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