Colabora
Emilio Campmany

¿Qué temen de Esperanza Aguirre?

Le tienen más miedo que a un nublado y dedican sus esfuerzos y desvelos a tratar, sin éxito, de arruinar su carrera política. ¿Por qué? La única explicación es que saben que Aguirre conecta con la gente mucho más de lo que están dispuestos a reconocer.

Que la huelga en el metro de Madrid es por algo más que una cuestión laboral lo saben las madres. No sólo los sindicatos se juegan su prestigio impidiendo los servicios mínimos, sino que, además, las fuerzas del orden, en manos del Gobierno del PSOE, no han hecho nada por proteger de los piquetes a los trabajadores que querían cumplir con su obligación. Es obvio que hay algo más en juego que un cinco por ciento del salario de los trabajadores del metro.

De modo que la huelga pretende sobre todo minar el prestigio de Esperanza Aguirre. Naturalmente, quienes lo pretenden son la izquierda, en general, y el PSOE y los sindicatos, en particular. La proximidad de las elecciones autonómicas podría explicarlo. Pero hay otros lugares donde el PSOE tiene la ocasión de intentar desacreditar al PP con huelgas salvajes en los servicios públicos de los que la derecha sea responsable, en Valencia, Galicia, Castilla-León o Murcia y, sin embargo, no lo hace. Ni siquiera les ha dado por socavar la figura de Gallardón, tan vulnerable como es por su prodigalidad. Es más, segar la hierba bajo los pies de líderes próximos a Rajoy como lo son el propio Gallardón, Camps o Feijóo tendría la ventaja de que los efectos alcanzarían a Rajoy ya que son líderes a los que, a diferencia de Aguirre, el presidente del PP ha apoyado explícitamente. ¿Por qué Esperanza entonces?

La primera respuesta que se viene a la boca es la de que temen que la mujer pueda un día ser la cabeza del PP. Pero enseguida se da uno cuenta de que esta respuesta no tiene sentido. Se supone que un PP dirigido por la presidenta de la Comunidad de Madrid nunca ganaría las elecciones porque el centro no la votaría. Han repetido hasta el hartazgo que España es de izquierdas y que sólo un líder de la derecha algo escorado a babor, como Gallardón, podría ganar al PSOE, y que Rajoy sólo lo logrará cuando gallardonice su discurso y gallardonee acercándose a lo que podríamos llamar poderes fácticos de la izquierda, la farándula cejatera, la mafia rosa de los homosexuales y lesbianas militantes y, por supuesto, los sindicatos. Entonces, ¿qué temen? Si fuera verdad que el mensaje y los modos de Esperanza Aguirre están tan lejos del sentir mayoritario del electorado, el PSOE debería estar encantado de que la madrileña tenga cada vez más peso en el PP, pues se la supone un lastre que facilita su derrota.

Sin embargo, no es así. Le tienen más miedo que a un nublado y dedican buena parte de sus esfuerzos y desvelos a tratar, sin éxito, de arruinar su carrera política. ¿Por qué? La única explicación es que saben que Esperanza Aguirre conecta con la gente mucho más de lo que están dispuestos a reconocer. Y, por tanto, representa un peligro, no sólo porque puede ganarles unas elecciones, sino porque, y esto es lo más importante, es la única en el PP que todavía no se ha rendido a la desnaturalización de España que Zapatero está llevando a cabo. Esta izquierda que padecemos, además de estar atacada por todos los tics totalitarios que de siempre ha padecido el PSOE y ser algo burrángana y agreste, nos ha salido lila y cobardona y nunca va de frente. Veremos si pueden con Espe.

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