Apenas sé nada de hierbas. Desconozco casi todo de las virtudes de las plantas, pero me gusta visitar los herbolarios. Me gusta respirar sus olores. O mejor, su olor característico, pues que cada herbolario tiene un olor diferente. En estas tiendas, con tantas flores silvestres, se respiran fuertes olores gratísimos. Exhiben todo tipo de hojas de hierbas. Hallaremos tila, salvia, flor de malva, lavanda, alhucema, tomillo, espliego o manzanilla, tanto amarga como dulce, y yo que sé cuántas otras hojas de excelentes hierbas podemos encontrarnos en eso que llaman los ingleses "Leaves of grass".
Pero lo más curioso de estos lugares es que nunca el olor de una copia de esas hojas domina sobre otra planta, nunca ese "gratísimo fuerte olor", que nos regalan esas tiendas de toda la vida, es identificable con el tomillo o la manzanilla, o con el espliego y la tila. Ninguna de esas específicas hojas respiramos cuando cruzamos la puerta de esas tiendas. El herbolario tiene un olor especial, fuerte y agradable, pero jamás, si es un buen herbolario, ofrecerá a sus visitantes el aroma de una única hoja de hierba de las cientos que expende. El aroma del herbolario es fuerte, a veces muy fuerte, pero grata, casi siempre gratísima, por eso, y a pesar de que acabo comprando productos anejos a estos negocios, por ejemplo, miel, me gusta visitarlos.
El herbolario representa todo lo contrario del "olor" de la política española. Entren, visiten sin miedo, queridos lectores, cualquiera de las tiendas políticas existentes en España, es decir, acerquen sus narices a partidos, patronales, sindicatos e instituciones al servicio de los partidos políticos y el Gobierno, y respiraremos de golpe un fuerte olor que, por poca y enferma pituitaria que tengamos, nos provocará vómitos inmediatos. Todos esos establecimientos desprenden unos asquerosos y pestilentes olores a basura inmunda. ¡Excrementos! Empieza a ser insoportable tantos y tan diferentes malos olores. Las cloacas se multiplican. Sí, el Gobierno y la oposición, el Tribunal Constitucional y la Generalidad, la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña y sus comentaristas a palos, la huelga salvaje de Madrid y sus jefes sindicalistas, etcétera, pretenden diferenciarse unos de otros. Imposible.
De lejos y de cerca, por abajo o por arriba, da igual por donde nos acerquemos a estas hojas de la hierba política. Todas desprenden el mismo fétido y desagradable olor. Todos respiramos eso... ¡Excrementos! El ambiente es irrespirable. Las hojas de la hierba política española son peor que malas. Son venenosas.