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Pío Moa

Santos Juliá va enterándose

Quedémonos con el reconocimiento por Juliá, aun si algo confuso, de que las principales fuerzas del Frente Popular no eran republicanas. Y lamentemos que Juliá ignore la enorme responsabilidad de los republicanos de izquierda en los aciagos sucesos.

En un reciente artículo, Santos Juliá parece que empieza a enterarse de que en la "república", como bautiza, según tradición propagandística, al Frente Popular, los republicanos eran pocos e impotentes frente a los partidos revolucionarios, a quienes culpa, con cierta injusticia, de los incontables crímenes perpetrados por entonces. ¡Algo es algo! Aunque, la verdad, poco todavía. Inmediatamente nos suelta el cuento de que los crímenes de la izquierda fueron la "consecuencia inmediata de la rebelión militar". ¡Qué mala memoria! ¿Y los incontables asesinatos y agresiones de las izquierdas contra las derechas desde el comienzo de la república? ¿Y el terrorismo desatado por el PSOE en 1934, antes de emprender la guerra civil? ¿Y la oleada de asesinatos que siguió a las elecciones del Frente Popular, apoyados por la policía? Mal que le pese a Juliá, quienes empezaron los crímenes y trataron de organizar la guerra civil fueron las izquierdas, como he documentado exhaustivamente. No todas las izquierdas propiamente republicanas, claro está, pero sí las obreristas y revolucionarias, con las cuales se aliaron, precisamente, aquellas izquierdas. ¿Cómo alguien que quiere pasar por historiador puede olvidar estos hechos cruciales, como si los crímenes empezaran solo al reiniciarse la guerra civil en 1936?

Con sentimentalismo barato, Juliá califica de "horrible" nuestro pasado. Pues no. Hubo hechos horribles, cierto, como suele ocurrir en las guerras, pero también hechos heroicos, aparte de que la guerra duró solo algo menos de tres años de "nuestro pasado". Y lo "nuestro" fue mucho menos de lo ocurrido en casi toda Europa muy poco después de nuestra guerra civil. Ahora bien, dado que tales cosas suelen suceder cuando la legalidad se viene por tierra y cada bando lucha por su existencia, Juliá debería enterarse de cómo se destruyó la legalidad republicana. En cambio, da como un hecho la desvergonzada afirmación de Osorio de que "ellos (los nacionales) comenzaron". Pues no: empezaron los llamados republicanos, que usaban con falsedad ese nombre, porque eran solo republicanos de izquierda, y el grueso de los republicanos era de centro derecha. Una usurpación entre tantas. Y comete Juliá otra falsificación al restringir las matanzas y crímenes izquierdistas a "los primeros meses de la guerra", cuando prosiguieron hasta el final mismo, cuando los izquierdistas escapaban hacia los Pirineos fusilando de paso a los prisioneros, o cuando se mataban entre ellos mismos en Madrid.

Tampoco parece muy enterado Juliá cuando distingue en los nacionales una especial vesania "implacable y metódica política de limpieza" aparte de los "50.000 fusilados tras inicuos consejos de guerra una vez la guerra terminó". A ver si algún día nos especifica de dónde saca esa cifra, al margen de las "investigaciones" subvencionadas por el poder. Y nos aclara también si entre esos "españoles fusilados" no habría algún que otro culpable de delitos espantosos. Juliá trata de explicar, por Dionisio Ridruejo, unas matanzas realizadas por los nacionales, que alcanzarían el grado de genocidio... pero que nunca existieron en tal grado. "La historia se ha contado ya mil veces", dice Juliá. Se ha falseado mil veces, debería decir. Dejo aquí sus fantasías sobre los contactos de posguerra entre algunos ex franquistas y la oposición o el exilio: aquella oposición nunca fue democrática en modo alguno. Como, en el fondo, tampoco lo es Juliá, por mucha sensiblería que derroche. La falsedad no es democrática y solo sirve para envenenar a la gente, sobre todo la falsedad sentimental.

Menos mal que Juliá respeta la transición, al contrario que los estafadores de la "memoria histórica". Pero olvida nuevamente, vaya por Dios, que la transición se hizo desde la legalidad franquista, no desde la "republicana", como persisten en bautizar a la del Frente Popular. Y que se hizo por iniciativa de los franquistas y en contra de los rupturistas. Por lo tanto no se hizo "recusando la herencia recibida", como pretende Juliá, sino sobre la base de ella. La oposición seguía sin ser democrática, y de haberse impuesto sus rupturas, la descomposición democrática que hoy sufrimos se habría producido inmediatamente después de la transición, como ocurrió con la república.

Quedémonos, en fin, con el reconocimiento por Juliá, aun si algo confuso, de que las principales fuerzas del Frente Popular no eran republicanas. Y lamentemos que Juliá ignore –voluntariamente, supongo– la enorme responsabilidad de los republicanos de izquierda en los aciagos sucesos. Por ejemplo, muchas chekas y la matanza de la cárcel Modelo procedieron muy directamente de aquellos republicanos a quienes Juliá intenta exculpar. Más historia, señor Juliá, y menos cuentos.

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