Colabora
Emilio Campmany

El muñeco resucita

Los socialistas pasean triunfales a un muñeco que alguien acertó a darle cuerda una de estas noches y enfrente, Rajoy se arruga ante ese mismo muñeco cuando nota que le han cambiado las pilas.

¡Albricias, albricias! Sabed todos los que la presente vieren y entendieren que Zapatero ha resucitado, cual ave Fénix, de sus cenizas. Ha sido Rajoy quien, como una princesa que besara al sapo, ha obrado el milagro. Bastó que el gallego mencionara la palabra "protectorado" y dijera que es en eso en lo que nos ha convertido Zapatero para que el deprimido degenerado en ciclotímico se ensoberbeciera lleno de euforia, orgulloso de su capacidad para defender y practicar hoy una política y mañana la contraria y saltara a la yugular del barbudo como una cascabel acorralada. Y es que, como su gente diría, él se moja, se compromete, asume sus responsabilidades. En cambio, Rajoy sólo sabe navegar por encima de la ola sin mojarse. Tan brillante argumentación no podía ser otra cosa que la prueba de que el presidente vuelve a ser él, a estar en plena forma. Verse así, tan despabilado como un criado de opereta, tan ingenioso como un andaluz de sainete, le animó a arrojarse en tromba. Y fue tanta su alegría, que pronto se contagió a su claque, feliz de ver que a lo mejor no se les acababa tan pronto el chollo. "¡No hay color!" llegó a gritar uno de sus fieles enardecido ante tanta sandunga.

El País de este jueves publica una foto en la que tras la espalda de Zapatero en primer plano, se ve el rostro risueño de Trinidad Jiménez, la sonrisa de Cristina Garmendia y el arrobo de Bibiana Aído, todas ellas aplaudiendo a rabiar hasta hacer humo con las palmas, mientras al presidente se le ve aletear una mano como en él ha sido siempre costumbre. A Bibiana, muy especialmente, se la ve rendida a la facundia de Zapatero. Como ella es la ministra que menos importa, la sientan en el extremo derecho del banco azul, de forma que tras ella se ve a los del PP, enfurecidos, acalorados, enrabietados y encorajinados, rodeando a un Rajoy que contempla impasible la escena probablemente pensando que los muertos que la crisis mata gozan al parecer de buena salud. "Tendría gracia –parece estar diciéndose– que este tío, que me ha ganado dos elecciones dorándole la píldora a los trabajadores y pensionistas me ganara una tercera tocándoles los cataplines y haciéndoles la pascua".

Lo mejor ha sido cuando Zapatero ha acusado a Rajoy de no llevar sus propuestas al parlamento. Rajoy ha entrado al trapo como un miura de cuando embestían y ha empezado a hablar de no congelar las pensiones y de bajar los impuestos. Entonces el otro le ha perdonado la vida riéndose en sus barbas como diciéndole que da igual las que proponga porque las que se van a aplicar son las que él diga.

Así, la conclusión es cristalina: no hay esperanza. Los socialistas pasean triunfales a un muñeco que alguien acertó a darle cuerda una de estas noches y enfrente, Rajoy se arruga ante ese mismo muñeco cuando nota que le han cambiado las pilas. Lo ha estado cuidando y mimando para que le llegara vivo a las elecciones y poder ganarle, y ahora resulta que no sólo respira, sino que también ladra y muerde. Al final los expertos en publicidad que lanzaron el producto ZP nos convencerán de que, por mal que estén las cosas, con Rajoy podrían empeorar. Y se ve que poco a poco lo van consiguiendo porque ya nadie pide elecciones anticipadas, ni siquiera Rajoy. Lástima de país.

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