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Guillermo Domínguez

¡Silencio, que juega Dolores Ibárruri!

Eso de la "Roja" es un invento de Cuatro. Pero son Zapatero y sus acólitos quienes intentan politizar a la selección y, más aún, apropiarse de los éxitos del equipo que hoy dirige magistralmente Vicente del Bosque.

Cementerio de La Almudena de Madrid. Pongamos que son las tres de la madrugada. Pongamos. Es la hora ideal para cometer un "crimen" con nocturnidad y alevosía. Me decido a perpetrar la exhumación del cadáver de Dolores Ibárruri. Pongamos. Y ya puestos, emulando a ese estudiante de medicina repeinado llamado Herbert West, protagonista del filme Reanimator, me decido a dar vida al cuerpo inerte de la histórica dirigente del comunismo español. Pongamos. Y si tenemos que ponernos del todo, me decido a suministrarle a la interfecta una camiseta roja, pantalón azul, medias rojas –sniff, me gustaban más las negras, ¡qué tiempos aquellos!– y unas botas –pongamos que moraditas para que se le pegue algo de Cristiano, pongamos– y se anime a correr la banda, haga los pertinentes ejercicios de calentamiento y dé unas pataditas al balón. "Vamos, Dolores, que vas a salir", le arengo. Se consuma así mi obra maestra: hago jugar a la Roja.

Chanzas al margen, he de confesar que estoy henchido de tanto “Roja”. Que si la Roja por aquí, que si la Roja por allá, que si “yo soy fiel a la Roja”… Comprendo que en Italia, Francia o Brasil se refieran a sus respectivas selecciones como la azzurra, los bleus o la canarinha. Pero también podemos tomar el ejemplo de Alemania, cuya selección masculina absoluta de fútbol es conocida como la Mannschaft, el “equipo”.

Como muchos de ustedes ya sabrán, eso de la Roja es un invento de Cuatro, la cadena de Prisa. Pero son Zapatero y sus acólitos quienes intentan politizar a la selección, la de cada uno de los 44 millones de españoles, y, más aún, apropiarse de los éxitos del equipo que hoy dirige magistralmente Vicente del Bosque y antaño, no con menos maestría, Luis Aragonés, uno de los principales artífices de que el equipo nacional levantara la Eurocopa el 29 de junio de 2008 sobre el césped del estadio Ernst Happel de Viena. De hecho, la cuestión del deporte es mucho más utilizada en España por la clase política que en otros países. Por no hablar del fútbol y de la Copa del Mundo, que serán manipulados por los zetapés y lissavetzkys de turno para darse pábulo y tratar de insuflarse oxígeno en una situación tan complicada como ésta.

Sea como fuere, la española es una de las pocas selecciones –casi mejor llamarle equipo, porque eso es lo que es, o también la "nacional", como la define mi admirado Pedro Pablo Parrado– que tiene las ideas muy claritas en este inicio de Mundial. Mientras Italia, Inglaterra o Francia, históricas potencias del concierto balompédico internacional, no hacen más que dar bandazos, España sí sabe a qué juega. Aunque ustedes no se lo crean, por una vez tenemos muy altas posibilidades de levantar la Copa Jules Rimet, el 11 de julio en el Soccer City Stadium de Johannesburgo. De momento, mantengamos los pies en el suelo y aislémonos de todos los triunfalismos: ciñámonos al debut del miércoles 16-J en Durban contra Suiza y, después, pensemos en ir partido a partido, que ya sabe que los cruces no son precisamente fáciles. Pero insisto en que por una vez, y sin que sirva de precedente, somos favoritos.

P.D.: Quiero dejar también constancia en este artículo de que Paco González, JJ Santos y José Antonio Camacho aprovecharon la transmisión del partido inaugural Sudáfrica-México para referirse a la selección española como la "Pasionaria". Coincidieron de manera cuanto menos sospechosa con quien escribe estas líneas, que catorce días antes ya se había referido al equipo nacional como "Dolores Ibárruri".

A las pruebas me remito.
(A partir del minuto 1:51)
 

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