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La realidad moral

Los gobiernos no pueden permitirse ya lo que hasta ahora se han permitido: ni los lujos para los políticos, ni los derroches culturales, ni actividades que se decían esenciales y eran pura y simple compra del electorado.

NachoGG dijo el día 13 de Junio de 2010 a las 15:17:

Los que nos hemos dedicado a domar corceles utilizamos la serreta, la fusta y las espuelas cuando algún penco nos pretende tomar el pelo.
Pues eso; un fustazo a tiempo, unas espuelas bien usadas sobre la barriga y un serretazo( zerretazo en mi querida Andalucía) que le marque bien en la nariz y veréis como empuja el "pencajo".
PD. Y al carajo la alfalfa, poca avena y cascos sin herraduras.
Paja y trabajo, mucha trabajo y ya verás como funciona.
Se ponen suaves y obedientes incluso a la voz.
Como siempre, excelente artículo D. Jose María y muy buena la metáfora, D. Pecio.

pecio dijo el día 12 de Junio de 2010 a las 11:51:

Quizá sea más correcto empezar escribiendo: cuando en 2008 las consecuencias de la crisis afloraron con crudeza. Porque la crisis lleva gestándose desde que se aprobó el texto constitucional. Lo legal es moral, así se llama esta crisis.

Escuché a Gabriel Albiac un apunte extraordinario. La capacidad de recalificar terrenos depende de los políticos de los ayuntamientos, y eso está en la Constitución. ¿Por qué? ¿Existe una relación con la financiación ilegal de partidos a través de comisiones?

La Constitución, en mi opinión, tendría que ser mucho más escueta, precisa y redactada "en negativo" buena parte, me explico.

-El gobierno no puede nombrar jueces
-El gobierno no puede legislar los programas educativos
-El gobierno no puede crear déficit
-El gobierno no puede imponer impuestos sobre la propiedad privada
-El gobierno no puede decidir los medios de comunicación que emiten


Porque de lo contrario, el gobierno nombrará jueces, impondrá su ideología en las escuelas, creará déficit, pondrá impuestos sobre tus bienes personales y decidirá que medios emiten y cuales no.

Metafóricamente el gobierno es un hermoso corcel que pide alfalfa, pienso, agua mineral, herraduras doradas, crines peinadas, penachos que exalten su belleza, una hora de almohazamiento sincopado y veterinario. Pero ese corcel no quiere que le pongan riendas ni la silla de montar, se niega a trabajar para su dueño, prefiere galopar en la campiña, sin servir a aquel que lo mantiene, al pueblo. Y el pueblo lo que tiene que hacer con ese corcel de seda y porcelana es venderlo y colocar un caballo percherón acostumbrado al trabajo, o un par de bueyes que tiren del carro y obedezcan a su amo, al pueblo.