Cada loco con su tema. Así la Mesa del Parlamento de Cataluña, que acaba de dar pábulo institucional a la convocatoria de un referéndum de autodeterminación "vinculante". Ilustrativo, revelador pleonasmo que recuerda a ciertos preadolescentes en la edad del pavo; esos que, tras amenazar mil veces con fugarse de casa, proclaman, solemnes, que "esta vez va en serio" ante la paciente mirada de papá y mamá.
En fin, una asonada virtual, otra, que, huelga decirlo, cuenta con la connivencia activa del tribuno más venerado por el clarividente pueblo español, el beatífico Duran Lleida. Y es que el voto de su partida, Unió, ha devenido determinante con tal de admitir a trámite la enésima performance secesionista de la hégira de Montilla. Demolidos, entonces, los últimos puentes que aún mantenían en contacto al sentido de la realidad con el del ridículo, CiU no habrá de ir al notario, sino al psiquiatra, tras consumar el muy presumible apaño postelectoral con Rajoy. Trastorno bipolar agudo dicen que se llama el cuadro.
Aunque más de una vez se ha dicho aquí que nada cabría objetar a esos alardes de onanismo tribal siempre que el interrogante impreso en las papeletas respondiera, más o menos, a la siguiente obviedad fáctica: ¿Está usted dispuesto a que Cataluña sea expulsada mañana mismo de la Unión Europea, excluidas sus cuatro provincias del uso del euro en tanto que unidad de cuenta, y gravadas sus exportaciones con aranceles y contingentes en verdad lacerantes, todo ello por mor de la oprimida identidad nacional de Manuela de Madre, Celestino Corbacho, Justo Molinero y Alfons López Tena, entre otros deudos en línea directa de Wifredo el Velloso y Doña Petronila de Aragón?
Porque esa súbita moda, la de los plebiscitos de la Señorita Pepis que tanto furor viene causando en la plaza de un tiempo a esta parte, se sustenta sobre una premisa quimérica. Pues quieren creer sus promotores que ha llegado, tal como soñara el gran filósofo doméstico Francesc Pujols, el radiante día a partir del cual todo les va a salir gratis a los hijos de esta ínsula Barataria. Todo. Desde la pitanza, las copas y el resopón hasta la deslealtad hacia España y la permanente juerga sediciosa. Lo dicho, cosas de la edad del pavo.