La Rainbow Flag pierde color
Israel, que disfruta sabe más de derechos que los que se entregan a los brazos de extremistas que los ahorcarían por simplemente "parecer" homosexuales, se queda sin participar en una festividad que era reivindicativa de los derechos de gays y lesbianas.
Nos cuenta Carlos Alberto Montaner, en un artículo con el que no puedo estar más de acuerdo, que el antiisraelismo se ha convertido en una ideología, como antes lo fue el antisemitismo.
Efectivamente y sobre todo, a raíz de los acontecimientos protagonizados por la denominada "flotilla de la libertad", una embarcación humanitaria patrocinada por la IHH Islamic Charity y que consiguió finalmente que Israel, en su permanente posición de soledad en el oasis totalitario, cayera en la trampa de la provocación con el fatal desenlace ya por todos conocido, se ha escrito en la red y fuera de ella todo tipo de columnas, artículos y comentarios de lo más diverso y que han servido para rasgar el antifaz a más de uno.
Sin ir más lejos, hasta le ha costado a la periodista más famosa y de mayor prestigio del front row de la Casa Blanca la jubilación anticipada, aunque con sus ochenta y nueve primaveras a sus espaldas tampoco es que se haya truncado la carrera en su momento de mayor gloria precisamente.
Parece mentira que a una experta de los medios de comunicación y en su caso, maestra en el manejo de la palabra, hayan sido éstas curiosamente las que hayan jugado una mala pasada. La autora de Watchdogs of democracy?, en un acto de peligrosa espontaneidad se ha quedado bien a gusto diciendo que "los judíos deberían irse cagando leches de Palestina".
En un lenguaje más propio de una adolescente que de una octogenaria y con un ímpetu que responde más a una rabia acumulada que a un mal momento de incontinencia verbal , nuestra querida periodista, a la que una servidora le dedicó una columna en esta casa por resultarle un personaje interesante, escudriñadora entusiasta de los políticos norteamericanos y pluma demoledora incluso con sus colegas, a los que ha recriminado en más de una ocasión tibieza y seguidismo, se nos ha desvelado como una perfecta antiisraelí.
De nada han servido las posteriores disculpas de la escritora de Kentucky, actualmente colaboradora del grupo Hearst. La presión ha sido definitiva y su renuncia, fulminante. No olvidemos que el escenario donde se han producido estos hechos son los Estados Unidos, con lo que coñas, las justas. Y cuando alguien tiene un desliz y la pifia –aquí sería muy descriptivo el verbo que la impetuosa Helen utiliza para indicar lo que deberían hacer los israelíes pero a una le enseñaron a comportarse como una señorita, aunque no siempre lo consiga– pues asume el coste y a otra cosa mariposa.
No así en España, donde el respeto institucional es equiparable al concepto que del mismo tienen tipos como John Cobra, pero mejor lo abordamos otro día.
La organización del Día del Orgullo Gay en Madrid ha decidido vetar la participación de los representantes de la Asociación de Derechos de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Israel (Agudá), patrocinados éstos por el Ayuntamiento de Tel Aviv y que se disponían a celebrar, con el mismo objetivo que sus colegas, la ya famosa jornada de Chueca en un acto de solidaridad.
Al parecer y puestos que no ha habido ninguna condena por parte del colectivo israelí al ataque de su gobierno a la flotilla, que cabe recordar están en guerra y defendiéndose de los ataques a la población civil por parte de Hamas, grupo terrorista que goza de tantas simpatías repartidas por el mundo, se les ha hecho saber que no eran bienvenidos y que no podían garantizar su seguridad. Ya.
El presidente de la Federación Estatal de Gays y Lesbianas ha salido al paso diciendo que "nosotros somos defensores de todos los derechos humanos, no sólo de los nuestros".
Con lo que el único Estado democrático de Oriente Próximo, que disfruta de libertad y sabe más de derechos humanos que los que la mayoría que se entregan ciegamente a los brazos de grupos extremistas que los ahorcarían por simplemente "parecer" homosexuales, se queda sin participar en una festividad que originariamente era reivindicativa de los derechos de gays y lesbianas y ahora, permítanme, ya no sé qué pretenden reivindicar.
Porque la libertad es algo que por fortuna no se contamina fácilmente y hay quien debería hacer un cursillo avanzado de lo que es y lo que significa. Más de uno debería saber que la libertad es algo más que una pegatina, es un valor y un concepto que está muy por encima de lemas y banderas, incluida la del Arco Iris, a la que creo que empezará a hacerle falta un baño con Micolor para devolverle todo su esplendor.
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