Ha llegado una nueva revisión del smartphone más popular del mercado, el iPhone de Apple, y con él se ha reavivado una vieja discusión: ¿realmente es para tanto? ¿No es verdad, ángel de amor, que no tiene nada que no lleven otros? ¿Acaso la videoconferencia no venía con los primeros teléfonos 3G? ¿Qué son cinco megapíxeles cuando ya hay cámaras fotográficas compactas que de paso funcionan como móviles? ¿Acaso Android o Palm no tenían multitarea desde que nacieron, y el Symbian de Nokia desde hace un porrón? Hombre, lo del giroscopio sí es novedoso, o al menos yo no tengo noticia de otro móvil que lo incorpore, pero creo que podremos estar todos de acuerdo en que no es una característica esencial en un móvil.
Desde el comienzo, muchos expertos y hasta plumillas como yo mismo no fuimos capaces de darnos cuenta en qué era revolucionario el iPhone original, y por qué iba a ser un petardazo. Nunca tuvo que ver con la conectividad, la resolución de la cámara y las demás variables con las que solemos evaluar un móvil. Fue la interfaz de usuario. Así, tanto el móvil de Apple como la Nintendo Wii en un mercado distinto lograron el éxito saliéndose de la vía "fácil" de ofrecer simplemente más velocidad, mejores pantallas, más, más, más... Hicieron algo diferente.
El iPhone 4 ha cambiado su diseño exterior, sufriendo posiblemente el cambio más drástico que puede padecer un aparato tan minimalista como éste, que al fin y al cabo no es más que una pantalla y un botón. No acepta muchas variaciones, el pobre. Bueno, incluir un segundo botón, quizá. Tendrá más autonomía y potencia, gracias al nuevo procesador y la batería más grande que incorpora. Dispondrá de multitarea, al fin. Parece que la cámara empieza a tener una calidad respetable. Y la nueva pantalla tendrá una calidad casi inmejorable. Eso sí, lo de las videollamadas sólo en wifi, la verdad, casi mejor lo dejamos.
De modo que el iPhone 4 se venderá bien, pues muchos usuarios del iPhone 3G cumplirán el ciclo de dos años, sus baterías se han ido desgastando y, al contrario de lo que sucedió con el modelo del año pasado, este móvil sí ofrece razones para cambiarse si se tiene un 3G. En España se venderá especialmente bien al ofrecerlo también Vodafone y Orange, como sucedió en el Reino Unido al finalizar la exclusividad de O2. ¿Acaso no hay nubarrones en el futuro de Apple?
Pues sí. Y por los cabreos de Steve Jobs parece que él también se ha dado cuenta. La amenaza se llama Android. El de Google parece llamado a convertirse en el sistema operativo móvil del futuro. Es abierto, de modo que los fabricantes pueden integrarlo sin pagarle un duro a nadie. Y en cuanto a características supera ya al ahora llamado iOS en cosas como la integración de Flash, la capacidad de convertir el móvil en un punto de acceso wifi o el reconocimiento de voz.
¿Estaremos dentro de dos años abandonando nuestro iPhone por un teléfono Android? Pues dependerá en buena medida del trabajo que el responsable del excelente interfaz de usuario de Palm pueda desarrollar para Android ahora que lo ha fichado Google. Y es que el punto débil del sistema operativo abierto es precisamente eso tan difícil de explicar: la experiencia de usuario, las sensaciones al tocar el móvil para hacer cualquier cosa, su facilidad, comodidad y, por qué no decirlo, las típicas pijadas como el famoso gesto de hacer una pinza con los dedos para ampliar una fotografía.
Claro que, mientras tanto, quizá alguien invente otra cosa. ¿Acaso alguien esperaba el iPhone?