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Emilio Campmany

El mundo se va al garete

Si estos que invitan a Zapatero a su reunión anual son los que dirigen el mundo, que lo paren, que me apeo. Y si no lo paran, me tiro en marcha.

En España, algunos tenemos la sensación de que el país se desagua por un oscuro sumidero. Ya sé que mal de muchos, consuelo de tontos, pero no deja de ser un alivio ver que no sólo España es la que se descompone, sino que el mundo entero parece decidido a suicidarse.

El lector pensará que he caído en la cuenta de las muchas tonterías que lleva hechas Sarkozy. O quizá crea que he descubierto que Ángela Merkel no deja de ser una demócrata-cristiana, o sea una socialista que sigue el consejo del cura siciliano, votar lo que sea con tal de que se trate de un partido que sea demócrata y que sea cristiano. O a lo mejor atisba que al fin he visto que, con Obama, el desastre planetario está poco menos que garantizado. Ni siquiera podemos esperar nada de Cameron y Clegg, que parecen decididos como pareja de hecho a rematar al gran país que los laboristas heredaron de la Thatcher tras ser anestesiado por John Major.

Nada de eso. Con ser Sarkozy un fifiriche ocupado en esconder las fotos en pelotas que su mujer se hizo cuando Francia todavía era un país serio, con haberse destapado la Merkel como furibunda intervencionista, con ser Obama el primer socialista llegado a la presidencia de los Estados Unidos y con ser Cameron y Clegg más blandos que un bavarois de mango y frambuesa, lo que me ha convencido del triste destino que a nuestra civilización espera es la reunión del Club Bilderberg.

Hasta las madres saben que el mundo no lo gobiernan en realidad los presidentes que nuestros torpes votos eligen. La sabia izquierda lo ha estudiado bien, y lo explica regularmente. Son las compañías multinacionales las que cortan el bacalao por medio de la Trilateral y el Club Bilderberg.

Quizá tengan razón y resulta que no hace falta que Juan Costa monte un gobierno mundial porque ya está montado. Pero, si fuera así, y no hay razones para dudar de que efectivamente es así cuando la izquierda lo denuncia, es obvio que estamos tocando fondo y que el mundo se va decididamente al garete. Díganme si no cómo interpretar la noticia de que el Club Bilderberg ha invitado a asistir a su reunión anual que se celebra estos días en Sitges a la mente más clara de Occidente, al hijo del viento, al faro de la progresía, al sacerdote del anticlericalismo, al que resuelve problemas como sea, a nuestro ilustre José Luis Rodríguez Zapatero, el asombro de Iberia.

Si estos que invitan a Zapatero a su reunión anual son los que dirigen el mundo, que lo paren, que me apeo. Y si no lo paran, me tiro en marcha. Ya me imagino a la reina Sofía y a Jean Claude Trichet escuchando con simulada atención, gesto serio y ceño fruncido cosas del estilo de "lo más fértil de la historia se halla en el ejemplo de quienes horadan barreras y transforman las murallas en caminos" o "que cada paso sea un paso estratégico, máximo, que no traicione nuestros valores: los que nos hacen ser quienes somos, los que nos hacen que otros confíen en nuestros actos", por coger tan sólo ejemplos del último discurso del ilustre invitado. Y todo esto, por si no fuera suficiente tanta cursilería, en un hotel que se llama Dolce. Como ven, por pesimista que uno fuera, comprueba que las cosas están mucho peor de lo que sospechaba.

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