En 1972, tras asesinar a once atletas israelíes, Septiembre Negro se jactó de haber logrado un éxito propagandístico. "Fue como pintar el nombre de Palestina en una montaña que se pudiera ver desde las cuatro esquinas de la Tierra". Desde entonces, la montaña ha ido ganando altura por el procedimiento de acumular cadáveres. Hoy, para la guerra de la propaganda, es tan importante matar judíos como que se identifique a Israel con el Mal. Un propósito, ése, para el que nunca faltan colaboradores en España. Valga como resumen el texto de la viñeta que, tras el incidente de la flotilla, publicaba Forges en El País: "Derramar sangre: la única razón de la bestia". Muchos diarios condenaban a Israel por haber atacado a unos barcos "con ayuda humanitaria". Porque sí, por maldad pura y dura.
El abordaje a los buques que pretendían romper el bloqueo impuesto a Gaza para evitar la entrada de armas está, desde luego, sometido a la crítica. De hecho, ha sido criticado en Israel por la prensa, por los partidos y por miembros del Gobierno. No hace falta que Zapatero le recete esa dosis de "reflexión profunda" que él mismo es incapaz de administrarse. Pero los vendedores de la marca "izquierda" no pueden desaprovechar la ocasión de endilgar su producto más preciado: la superioridad moral, que requiere de su contraria para brillar en su esplendor todo. Necesitan un malo malísimo para presumir de lo buenos que son. Y, como San Obama ha retirado a Estados Unidos del papel de Lucifer planetario, sólo queda Israel.
Entre los "pacifistas" de la flotilla figuraban celebridades y militantes del progresismo. Son gentes que pierden la capacidad crítica que ejercen hacia sus propias sociedades y gobiernos democráticos cuando están delante de grupos partidarios del terrorismo, la tiranía y la teocracia. Pero, ¿qué tienen en común los progres con los ayatolás y los barbudos que oprimen a las mujeres y ahorcan a los homosexuales? Comparten un mismo odio: el odio a nuestra –su– civilización. Israel es el único baluarte de la civilización occidental en Oriente Próximo y es la depositaria de una de sus raíces. Lo reúne todo para concentrar su aversión. Y así, sirven de soldadesca a esos cabecillas que, en nombre del pueblo palestino, envían a palestinos a la muerte a fin de mantener viva la causa.