Estamos inmersos en una grave crisis política. ¿Cuándo y cómo saldremos de ella? Para poder contestar a esta pregunta habría que saber dónde está el punto de quiebra de Zapatero. Nadie lo sabe con exactitud. Ni siquiera él. A veces oímos que se ha roto, que ya no aguanta, que está groggy. Pero también leemos que no está dispuesto a rendirse y que piensa aguantar toda la legislatura "como sea", que es como a él le gusta hacer las cosas.
Cabe que Zapatero presente su dimisión. Pero, dando por hecho que él no está por la labor, no parece probable que nadie sea capaz de convencerle de lo bueno que sería que se hiciera el harakiri.
Dispuesto como parece a resistir, tampoco se barrunta probable que vaya a presentar una cuestión de confianza para perderla. Y lo mismo se puede decir de las elecciones anticipadas, que sólo convocaría si tuviera garantía de ganarlas.
El recurso al Gobierno de coalición sin Zapatero tampoco es viable. Habría que contar no sólo con el Grupo Socialista y su disposición a traicionar al jefe, que es mucho contar, sino también con la colaboración de Rajoy. El gallego no quiere ni oír hablar de semejante posibilidad con el irrebatible argumento de que si está a punto de quedarse con el pastel entero por qué habría de conformarse con la mitad. Mucho más si se tiene en cuenta que ese Gobierno de coalición nunca estaría presidido por él.
La crisis de Gobierno que algunos auguran que tendrá lugar en julio tampoco solucionaría nada porque el problema no es la baja capacidad de los ministros, que también, sino la incompetencia de su presidente.
La última opción es la moción de censura. Para ganarla, Rajoy necesita 170 votos. A sus 153 podrían sumarse los 10 de CiU una vez pasadas las catalanas. Junto con los 6 del PNV y los 2 de Coalición Canaria sumarían 171. El precio sería altísimo: el estatuto de Cataluña y la vuelta del PNV a Ajuria Enea. Rajoy podría aceptar pagarlo. Sin embargo, a lo que no parece estar dispuesto es a arrostrar el desgaste del ajuste de caballo que habría que emprender durante los meses que faltaran hasta las elecciones de 2012.
Para salvar este inconveniente, podría pactarse que Rajoy disolviera y convocara elecciones para la primavera de 2011 poco después de haber tomado posesión del cargo. Pero tampoco eso le debe gustar a su arúspice Arriola porque durante esos pocos meses en el poder, el PSOE podría movilizar al electorado de extrema izquierda con la imagen de la derechona en el poder.
De forma que lo más probable es que a Zapatero se le permita deambular a tientas por todo lo que queda de legislatura a la espera de que un repunte de la economía y la paz con ETA le salven en el último minuto.
Así que, saquen casco y correaje del armario, que nos esperan meses de aúpa. Puede que el PSOE sea capaz de ponerse de acuerdo en un sustituto y sus vacas sagradas, ayudados por media docena de empresarios de postín y alguna colleja real, logren que Zapatero firme la carta de dimisión en un momento de debilidad. Pero lo más probable es que se empeñe en arrastrar al país por el lodazal que él mismo ha creado hasta la primavera de 2012. Que Dios nos pille confesados.