La sociedad catalana comienza a sentirse hastiada de su clase política. Las nuevas revelaciones del caso Lluís Millet del Palau y de las multimillonarias coimas del ex alcalde socialista de Santa Coloma en el caso Pretoria, han convertido las actividades municipales y culturales en una cloaca sucia y maloliente. No sabemos ni con qué limpiarnos, todo está sucio y el hedor ha convertido toda la actividad política en sospecha. No sólo por la corrupción, sino por la manera de gestionarla políticos y medios. No tenemos en quien confiar, ni a quien recurrir. De lo único que estamos seguros es que nadie hará nada por tirar de la manta. Viven a cobijo en una red tupida de intereses políticos, culturales y periodísticos. Demasiados funcionarios de la cosa nacional.
Pero no seamos tan pesimistas. No hay mal que cien años dure. Y no sé por qué, pero la insistencia de las encuestas en otorgar una aplastante victoria a CiU en las próximas autonómicas junto a la derrota sin paliativos de PSC y ERC pueden poner en marcha todos los ventiladores de cloacas. Les cuento.
El Periódico de Catalunya sacó en primera página el 19 de mayo la posible financiación irregular de CiU con dinero sucio procedente de Lluís Millet, ese caradura del Palau de la Música. Un día después aportó más datos de la relación entre el Palau y CiU y el 21, El País sale a reforzar las sospechas de financiación irregular. El acoso y derribo a la mayoría electoral convergente por parte de la prensa socialista pronto tuvo respuesta en la portada de La Vanguardia el 24, 25 y 26 de mayo con el caso Pretoria, (la corrupción socialista en Santa Coloma). Les he puesto los enlaces para que vean, si tienen estómago, las miserias de unos y de otros. Yo por el contrario, prefiero resaltar la labor de correa de transmisión del periodismo subvencionado ante los intereses electorales de unos u otros partidos. Es otra forma de corrupción utilizar la información según medida para defender posiciones partidistas.
Resulta grotesco la magnitud que está cogiendo el incendio. Ya ha llegado al Parlamento de la mano de una Comisión de Investigación que ha movido ICV con el apoyo de ERC, PP y C’s. Cada uno a lo suyo. Hace unos meses se presentó la misma solicitud para investigar la corrupción del Palau, pero el Tripartito votó en contra. "¿Qué ha cambiado?", se preguntaba el martes Albert Rivera mientras enseñaba a las cámaras la solicitud denegada por los mismos que ahora la aprueban: "han cambiado las encuestas". Exactamente, han cambiado las encuestas y estas rompen por la mitad a ERC; y el PSC necesita erosionar la bonanza electoral de CiU. Lo fantástico de todo esto es que los convergentes no se quedarán quietos mientras los socialistas incendian su credibilidad a pocos meses de las elecciones. Ya han amenazado con solicitar otras comisiones de investigación, esta vez de escándalos socialistas en los ayuntamientos del cinturón industrial. De momento, Felip Puig, secretario general adjunto de CiU, se ha quejado ayer en La Vanguardia de las intenciones torcidas del PSC. Claro como el agua: "Hasta ahora había un PSC que nos había ido diciendo sotto voce, en un doble papel de Doctor Jekyll y Mister Hyde: 'No sufráis, que nosotros somos serios, no nos dejaremos llevar hasta aquí, no creemos que convenga ahora una comisión de investigación’, pero finalmente han decidido crearla para ‘ir a hacer daño a CiU’".
La cosa se está poniendo caliente. Todo apunta a que se acabarán echando los trastos a la cabeza, uno tirará de una punta de la manta, otro de la otra, la manta se rompe, y todos quedan en cueros. No nos caerá esa breva, pero es la primera vez que uno tiene la sensación de que aquella amenazada de Maragall a Artur Más –"Ustedes tienen un problema, y se llama el 3%"– puede abrir la caja de Pandora. Recemos para que haya guerra. La ciudadanía necesita volver a creer en la política. Y no hay mejor manera que echar a todos los fariseos del templo.