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Juan Morote

¿Muerto por un obsequio?

En España se puede institucionalizar el pellón, el tres por ciento, obtener muebles y caballos, dar millones de euros en subvenciones y no sé cuántas tropelías más, y en cambio el obsequio de unos trajes puede significar la muerte política.

Por fin, y eso que no es más que un punto y seguido, tuvo a bien el Tribunal Supremo dictar la sentencia relativa a si debe reabrirse la investigación de los regalos a Francisco Camps. Como era previsible, el Supremo ha revocado el auto de archivo y ordenado la vuelta de la causa a Valencia para seguir siendo investigada. La verdad es que estamos en un país asombroso, no tanto por su paisaje cuanto por su paisanaje, como ya dijera Unamuno.

En España se puede institucionalizar el pellón, el tres por ciento, obtener muebles y caballos, dar millones de euros en subvenciones y no sé cuántas tropelías más, y en cambio el obsequio de unos trajes puede significar la muerte política del presidente de la Comunidad Valenciana. En ocasiones, esto funciona así. En el ínterin del proceso judicial, Ana Mato presentó el código de buenas prácticas del PP. Éste, en su punto 7, prohíbe aceptar cualesquiera regalos que excedan de los usos y costumbres sociales. La expresión no deja de ser razonablemente ambigua. Ahora bien, la vicesecretaria no dudó en proporcionarnos la interpretación auténtica del precepto; dijo: "En Navidades un miembro del PP puede recibir unos turrones, una caja de naranjas de Valencia o un vino de La Rioja; son costumbres sociales y estamos de acuerdo en lo que eso significa". No parece una postura muy comprensiva teniendo el tema de Camps pendiente. Supongo que Camps debe estar preguntándose por qué le quieren tan poco en su partido, especialmente algunos. Y otros nos seguimos preguntando por qué ha gestionado tan rematadamente mal esta cuestión.

El fallo del Supremo acepta que Camps recibió los trajes en honor a su condición de presidente de la Comunidad Valenciana, y no en atención a la amistad que le unía a Álvaro Pérez "el bigotes". Amistad probada a través de la filtración de conversaciones privadas entre ambos. Nos hallamos ante la diabólica prueba de la intención del obsequiante. La realidad es que el tema de los trajes siempre me ha parecido de una gran hipocresía social, no así otros aspectos del caso Gürtel que todavía deben ser convenientemente explicados.

Una de tantas leyendas que circulan en el mundo del toro cuenta que un banderillero famélico apodado "Lentejita" fue invitado a casa de un rico a comer para que hartase a voluntad. El subalterno se empleó con tal empeño que sufrió una indigestión y falleció a causa de la misma. En su lápida alguien hizo grabar "Aquí yace Lentejita. Murió de un obsequio".

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