No recuerdo si en Andalucía ha nacido un payaso famoso pero ahora tenemos el mejor. Payasos los hay, incluso a manojitos. Pero célebres, no caigo. Hay quien dice que el mejor payaso de la historia fue Antonet, mentor, además, de los Grock.
Otros creen que ese mérito corresponde a Tony Grice, payaso anglosajón elevado a los altares de la fama precisamente en Barcelona. Antonet entrenó a una de las parejas más afamadas y respetas en el mundo de los payasos, Los Grock. Ah, sí, y los Tonetti. Y no se olviden de Grimaldi, nacido en 1778, tan famoso que Charles Dickens accedió a escribir su historia. Y así hasta Darío Fo.
En España los estudiosos recuerdan a Popey y el número del muñeco. También a los Rico y Alex, los Carpi, los Tonitoff, Pompof y Thedy, y sus sucesores Zampabollos y Nabucodonosorcito, Chicharito y Guerrita. Recuerden a los valencianos Hermanos Díaz, Los Pajares, PTV Clown, Payasos Pla y Pla y cómo para resumir, la llegada de Fofó, Miliki, Fofito y su familia.
Pero ahora, y en exclusiva para todos los españoles que quedamos en esta piel de toro casi descuartizada, nos llega José Montilla, el bajito de Iznájar y el "charnego arrepentido", como quieran. Andalucía se convierte así en campeona de la payasada. La suya, siendo andaluz terminar siendo cipayo del nacionalismo catalán y reemplazándolo en las más divertidas piruetas, es de nota, de nota histórica. Su "no" a España y naturalmente a su tierra de origen, Andalucía, formará parte de los números de los circos del futuro.
Cantó Rafael de León:
Tu "no", payaso de circo,
dando vueltas de campana,
al hacer una pirueta
cayó de la rosa al agua.
Ya se ha encontrado la clave del por qué este año, otra vez, el PSOE, que dejó a Blas Infante con el culo al aire en su panteón ideológico y lo negó más de tres veces, ha vuelto de nuevo a invocar su espíritu, un espíritu que, como buen musulmán, estaría acompañado por el vino y las mujeres hermosas del Paraíso y al que maldita la gracia que le hará volver a la vida, aun cuando sea imaginaria, para presidir honoríficamente la Junta de Andalucía.
Pero el asunto lo merece. Se trata de tapar la figura de Montilla, Pepe Montilla, el retaco de Iznájar, que va a obligar a los españoles a gastarnos unos pocos de miles de euros en intérpretes en pleno Senado español y con una lengua oficial común porque él, qué cosas, se ha empeñado en hablar en catalán y necesita seis u ocho traductores, al gallego, al vasco, al castellano y tal vez al inglés, por qué no, cortesía con la prensa internacional que indudablemente asistirá al número.
Citaba Gustavo Le Bon, especialista en psicología de las masas, algunos textos periodísticos de reuniones masivas electorales. En uno de ellos, puede leerse: "El orador inicia un vigoroso ataque contra los socialistas quienes lo interrumpen con gritos de ‘¡Idiota! ¡Tramposo! ¡Impostor!" etc., epítetos a los cuales el Camarada X replica exponiendo su teoría según la cual los socialistas son ‘imbéciles’ o ‘payasos’".
Con Montilla, ya tenemos el mejor de los payasos. Y hay quien dice que tenemos además el mejor de los imbéciles. Adivinen su nombre.
Ahora comprenderán por qué en España nadie quiere a los poetas, gente seria, y se prefiere a los payasos. Heberto Padilla lo escribió muy bien
Pues "porque no hay
quien lo haga abrir la boca,
pero no hay
quien lo haga sonreír
cada vez que comienza el espectáculo
y brincan
los payasos por la escena;
cuando las cacatúas
confunden el amor con el terror
y está crujiendo el escenario
y truenan los metales
y los cueros
y todo el mundo salta,
se inclina,
retrocede,
sonríe,
abre la boca,
"pues sí,
claro que sí,
por supuesto que sí...".
Y bailan todos bien
y bailan bonito,
como les piden que sea el baile.
A ese tipo, (al poeta), ¡despídanlo!
Ese no tiene aquí nada que hacer.