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Ignacio Cosidó

La manzana de la negociación

Van a intentarlo todo. Desde un posible cese tácito y táctico de su actividad criminal, hasta movimientos de su entorno político para desvincularse, aunque sea parcialmente, de la banda terrorista, pasando por la utilización de partidos democráticos como

En las últimas semanas se han producido una serie de hechos relacionados con presos de ETA que han generado gran inquietud en la sociedad, lógica indignación en las victimas del terrorismo y han alimentado las sospechas sobre la política antiterrorista del Gobierno. Primero fue la desaparición del sanguinario asesino José Ignacio De Juana Chaos, pendiente de extradición a España en Irlanda del Norte. Poco después la puesta en libertad de Rafael Díaz Usabiaga, líder sindical acusado de intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna. Más tarde la Audiencia Nacional libera a Iñaki de Rentería sin poderle juzgar por el intento de asesinar al Rey. Finalmente, el Ministerio del Interior ha mantenido a Arnaldo Otegui durante tres semanas en la cárcel de Marturene (Guipuzcoa) trasladándolo a continuación a otra cárcel próxima al País Vasco, como la de Logroño.

Son hechos graves sobre los que el siempre locuaz ministro del Interior no ha ofrecido ninguna explicación. ¿Estamos ante un nuevo cambio de la política antiterrorista de Zapatero? La respuesta a esta cuestión la tendremos en las próximas elecciones municipales. Si Batasuna en cualquiera de sus formas está presente en esos comicios significará que el Gobierno ha llegado a algún tipo de acuerdo. Mientras tanto, es bueno recordar algunos principios básicos imprescindibles para la derrota de ETA.  

Para derrotar a ETA no solo es necesario acorralarla policialmente, sino también aislarla políticamente. Es más, en la larga lucha de la democracia española contra el terrorismo nada ha sido más eficaz que una Ley de Partidos que excluía del juego político a quiénes utilizan el terror para tratar de alcanzar sus objetivos. Por el contrario, el gran error del proceso negociador protagonizado por Zapatero en la anterior legislatura fue el haber rehabilitado a Batasuna como un interlocutor político y el permitir volver a los cómplices políticos de los terroristas a los ayuntamientos del País Vasco y Navarra, donde por desgracia aún permanecen. La historia nos demuestra que los intentos de rehabilitación política de la banda terrorista tan sólo han servido para legitimar y fortalecer a los asesinos, no para acabar con ellos.

Es otra constatación histórica que siempre que ETA se ha visto acorralada, como ocurre en el momento actual, ha intentado buscar algún tipo de salida política a través del dialogo o la negociación. En estos momentos el objetivo primordial de la banda terrorista es romper el cerco de la actual Ley de Partidos Políticos que les impide poder concurrir a las próximas elecciones municipales. Nada hay más esencial ahora para ETA que intentar mantener una cuota de poder municipal en País Vasco y Navarra. Y no solo por el control social, la financiación, la proyección política y la información que obtienen del gobierno de esos ayuntamientos, sino porque hoy es un factor clave para mantener la cohesión y la unidad dentro de su propio mundo.

Con estos antecedentes es un objetivo esencial para la derrota de ETA que los terroristas no logren su propósito de hacerse presentes en las próximas elecciones. Van a intentarlo todo. Desde un posible cese tácito y táctico de su actividad criminal, hasta movimientos de su entorno político para desvincularse, aunque sea parcialmente, de la banda terrorista, pasando por la utilización de partidos democráticos como caballos de Troya e incluso con cantos de sirena dirigidos al Gobierno con promesas de una foto de rendición. No deberíamos caer en ninguna de esas trampas. Nada haría más daño hoy a ETA y nada puede acelerar más el fin de la violencia que la expulsión definitiva de los terroristas y sus cómplices de todas las instituciones democráticas. Ese debe ser un objetivo irrenunciable de todos los demócratas y constituye además un requisito imprescindible para mantener el consenso en la lucha contra el terrorismo.

Mientras ETA exista, Batasuna ni ninguna de sus marcas blancas debe ser considerada como un interlocutor político legítimo ni readmitida en el juego democrático. Si Batasuna o una parte de ella quiere rehabilitarse debe realizar una condena expresa de la violencia y romper amarras definitivamente con la organización terrorista de una forma irreversible y verificable, como han hecho otros componentes de la autodenominada Izquierda Abertzale que repudiaron a ETA, por ejemplo, Aralar. Ese es el único camino.

El problema de la negociación con ETA no fue que fracasara, sino el hecho mismo de que un gobierno democrático se rebajara a negociar políticamente con terroristas. No se trata por tanto de favorecer ahora que los “políticos” se hagan con el control de la organización para poder así negociar con ellos con mayores garantías de éxito. La obligación de los demócratas es derrotar al terrorismo y sus fines totalitarios, no rehabilitar políticamente a los asesinos.

Hoy tenemos una nueva oportunidad histórica para acabar con ETA. Espero que nadie apremiado por calendarios electorales o cegado por obtener una foto que le permita rentabilizar en términos políticos e incluso personales ese final vuelva a transitar atajos que solo conducen a retrasar ese fin, traicionar la voluntad democrática de los españoles y atentar contra la dignidad de las victimas. La manzana de la negociación es siempre una manzana envenenada.

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