El idioma (= lo nuestro, lo común o de todos) se presenta también como un mosaico de jergas o jerigonzas particulares. El problema surge cuando las jergas se intentan imponer al lenguaje común.
Francisco Sánchez anda intrigado con la expresión "el caso Gürtel". La cosa no tiene mayor misterio. Gürtel en alemán es el equivalente de "correa de cuero". Se puso así como cursilada para aludir al señor Correa, uno de los jefes de la trama de corrupción del PP. Esa <ü> debe pronunciarse entre <i> y <u>, aunque todo es una ironía. En los casos de corrupción se dan mucho esos juegos de palabras. Por ejemplo, la "Operación Malaya", porque se trataba de investigar los casos de corrupción en la costa entre Málaga y Ayamonte.
Pedro Manuel Araúz Cimarra (Manzanares de la Mancha, Ciudad Real) opina que el término "alferecía", que yo tanto aprecio, no es más que un vulgarismo para denominar el ataque epiléptico. Pertenece, según él, al mismo género que "paralís, patatús, quebrancía (de una hernia), mancar (fractura ósea), cólico miserere (peritonitis), celebro (cerebro)". Por otra parte, don Pedro está de acuerdo con la crítica que yo hacía de la jerga sanitaria, llena de palabras griegas y acrónimos. Para mí, el extremo más divertido de esa jerga sanitaria es lo de "idiopática". Equivale a decir que no tienen ni idea de la causa de una dolencia. Aun así, la factura es la misma; la paga el Seguro.
José Antonio Martínez Pons critica la afectada jerga de los cocineros de moda, que "parece que están impartiendo una clase de Quimiofísica". Eso es lo que parece cuando utilizan términos como "infusionar, emulsionar, gelificar o hidratar", a veces sin venir a cuento. De seguir así las cosas, llegarán a decir "rectificar el ph" para indicar que se echa vinagre. La conclusión de don José Antonio es que esos cocineros famosos "seguirán vendiendo humo a precio de oro y habrá cretinos que se lo paguen, sobre todo si la factura no sale de su bolsillo". Estoy de acuerdo. Aunque me extraña que sigan llamándose "cocineros" y no "gastrotécnicos" o "bromaingenieros".
Fernando Echávarri (Pozuelo, Madrid) observa el verbo "encimar" en la jerga del fútbol. Equivale a que un jugador se aproxima mucho a otro hasta que parece que se echa encima. A don Fernando el terminacho le parece horrendo. El libro de estilo de José Luis Rojas Torrijos considera que "encimar" es un vulgarismo, que mejor sería sustituirlo por "presionar".
Enrique Sáez se fija en la moda de decir "efectivos" en la jerga de los comunicados oficiales, para indicar que son hombres encuadrados en unidades militares o de policía. De esa forma se evita decir "soldados, militares, bomberos, policías", etc. Supongo que es una traducción del inglés diplomático para ocultar que se envían personas a combatir. Añado que, en esos comunicados oficiales, los cadáveres son simplemente "cuerpos".