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José Carlos Rodríguez

Garzón y los franquistas de hoy

¿Quién necesita memoria histórica con tanto franquismo vivo? Curiosamente, los franquistas de hoy, los verdaderos franquistas, son los mismos que apoyan a Garzón.

Garzón es un género del choubisnes entre el vedettismo, la política y la prevaricación, tres veces presunta. Como Maurice Chevalier, su género desaparecerá con él. Se enamoró de sus portadas, que colecciona como hace el torero con sus triunfos. Pero se le han quedado pequeñas. Su ego ha ido creciendo hasta un punto en que su propia era no colma sus expectativas y proyecta su persona sobre los libros de historia que leerán los españoles hasta la séptima generación de la séptima generación. Todos los pasos de su carrera, a mayor gloria de sí mismo, son breves escalones que jalonan su ascenso antes de dar el salto definitivo a los anales, con su proceso histórico a los crímenes sin cuento cometidos por el franquismo.

El objetivo es demostrar que Francisco Franco tenía un plan de exterminio previo a la guerra, que haría de ésta el instrumento para la erradicación, por la torpe pero contundente vía del genocidio, del republicanismo reinante. Garzón podría presidir su propio Nüremberg, su puerta de entrada a la Historia. Bien es cierto que Franco se le habría escapado incluso en plena represión postbélica, que hábil con lo que debiera ser su trabajo tampoco ha sido. No obstante, el esfuerzo del justiciero Garzón (hay quien acusa a los jueces de ser sus compañeros), tiene obstáculos más contingentes que las leyes, como la de Amnistía, que él desprecia selectivamente. Para probar su caso tendría que saltarse, en titánico esfuerzo, no sólo la ley, sino la propia historia, de la que es imposible extraer el relato acusador que él busca. No es que no hubiese crímenes que fueran más allá del sangriento esfuerzo de una guerra. Es que la acusación de genocidio no tiene aquí cabida.

Puestos a denunciar el franquismo, podría apuntar al sindicalismo vertical bífido. O a la democracia orgánica reconstituida bajo el nombre del "diálogo social". Al Estatuto de los Trabajadores sin flechas pero con yugo. Al Ministerio de la Vivienda, reemergido desde el sumidero de la historia. O a la radio siempre nacional y a la Televisión Española. O al INI, que sólo ha cambiado de nombre. O a algunos de los prohombres del franquismo, que jamás se abandonaron del poder. O a la pléyade de artistas e intelectuales que corren en auxilio del poder, alguno de ellos los mismos ayer y hoy. ¿Quién necesita memoria histórica con tanto franquismo vivo? Curiosamente, los franquistas de hoy, los verdaderos franquistas, son los mismos que apoyan a Garzón.

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