Irán, bribón nuclear
El resultado de todo ello puede ser el pistoletazo de una nueva carrera de armamentos nucleares en la zona que, desde luego, no nos acerca al soñado cero, sino que nos lleva derechos en la dirección contraria.
Obama anda enzarzado con el cero nuclear, pero Irán se le sale del pentagrama. En la retracción del uso nuclear que la nueva doctrina americana supone, Irán y países similares son la excepción expresa. No sólo no quedan excluidos, sino que se les pasa aviso nominalmente. De momento sólo a Corea el Norte y al país de los persas. No cabe duda de que el cero es una de las grandes metas político-ideológicas de Obama. No ciertamente alcanzarlo. Su utopismo no llega a tanto. Pero sí pasar a la historia como el presidente americano que recorrió decisivos jalones en esa dirección. Pero además del distante objetivo final, todo el despliegue de doctrina y diplomacia nuclear que Obama está llevando a cabo en este mes y el próximo se propone, a corto plazo, aislar a Irán, estigmatizarlo, conseguir aliados, o al menos apoyos, en su contra.
Un año de carantoñas y acercamientos a los ayatolás no ha servido para nada, excepto para lo que sirve todo intento de negociación con Teherán, para regalarles más tiempo en su empresa de enriquecer uranio hasta el nivel y la cantidad suficiente como para poder transformarlo en unas cuantas bombas atómica. Así llevamos seis años. El tardío y tibio apoyo de la Casa Blanca a la protesta democrática contra el fraude electoral cometido por Ahmadinejad, no ha suscitado más que decepciones y desconfianza en el interior del país. Mientras tanto Washington ha tascado el freno a Jerusalén en los planes militares para resolver el problema por su cuenta. Toda una colección de enviados de la máxima categoría han estado destellando una deslumbrante luz roja. Por si las cosas no estuvieran claras, el presidente le dio un estentóreo revolcón a Netanyahu en plena Casa Blanca. La construcción de viviendas en el Jerusalén oriental no fue más que el pretexto. Hasta esta inusual maniobra puede verse como una jugada para alistar a los árabes, horrorizados con los progresos iraníes pero incapaces de dar la cara.
Washington pretende que la concreción de estas complicadas fintas sea una nueva serie de sanciones. El susto iraní no sólo aumenta entre los árabes sino también en Europa. El Reino Unido siempre ha estado en sintonía en el tema con Estados Unidos, pero Sarkozy se lo toma mucho más en serio que Chirac y él es ahora quien presiona al más que renuente americano. Alemania no cuenta en la votación del Consejo de Seguridad, pero junto con los cinco miembros permanentes forma parte del sexteto que mal que bien se ocupa del tema iraní. Con fuertes intereses económicos, no era ninguna devota de las sanciones, pero a medida que las orejas del lobo se hacen más visibles mejora su disposición a hacer sacrificios comerciales. Las puntillosas sensibilidades rusas han sido reiterado objeto de los desvelos de Obama. Un escudo antimisiles retirado de Europa Oriental. Un tratado de reducción de cabezas estratégicas, START, cortado a la medida de Moscú. Pero sigue sin estar claro que Putin se dé por enterado. Y existen pocas ilusiones respecto a los chinos, hambrientos del petróleo iraní y nada disgustados, como sus vecinos del N y el O, por ver a los americanos en un aprieto.
El resultado de todo ello puede ser el pistoletazo de una nueva carrera de armamentos nucleares en la zona, que Dios sabe cuántos contagios puede tener fuera de ella, pero que, desde luego, no nos acerca al soñado cero, sino que nos lleva derechos en la dirección contraria.
Otro resultado es la vuelta a la ambigüedad y la contradicción, por el valor que pueda tener como amenaza hacia los poco asustadizos islamistas que dominan Irán. Así Gates, secretario de Defensa, deja escapar que falta una estrategia frente a los persas. El almirante Mullen, jefe de jefes, dice que un ataque retrasaría mucho el programa nuclear iraní. Una subsecretaria de Defensa hace su contribución diciendo que USA descarta la opción militar "por el momento". La secretaria de Estado Hillay Clinton remata: "¿Puedo decirles exactamente lo que pasará? No. Trabajamos por conseguir un resultado mejor entre opciones realmente difíciles y no muy satisfactorias".
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