Lo sé. Demasiado sencillo aferrarse a manifestaciones tan primitivas, pero qué quieren que les diga. ¿Por qué dejar pasar la oportunidad de corroborar lo evidente? Además, ése es el riesgo que corre uno cuando elige a personas semi iletradas para ocupar según qué cargos, que son presa fácil.
Hoy me he mirado frente al espejo y he pensado: creo que Evo Morales tiene razón, no he comido suficiente pollo engordado con hormonas. Porque de lo contrario, otro gallo cantaría. Y al parecer, mi padre, al que la frente se le va la despejando cada día un poco más, habrá estado zampando alimentos transgénicos por doquier. Lo que habrá estado comiendo Durán i Lleida, no lo quiero ni pensar.
El amigo de Hugo Chávez y de José Luís Rodríguez Zapatero está inspirado. Confieso que al escuchar las declaraciones del presidente boliviano por la radio, en las que afirmaba que el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas causantes de que "el hombre tenga desviaciones en su ser como tal", pensé que se trataba de un encuentro de amigos y que, tras alguna copichuela de más, se dedicó –con su habitual espontaneidad– a glosar tan llamativos apuntes, como también los que se refieren a la calvicie europea por lo que comemos. Pero cuando veo que lo ha hecho siguiendo un elaborado discurso de inauguración en el marco de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra, celebrada en Bolivia, es cuando empiezo a preocuparme.
De la misma manera que me preocupa comprobar lo escasamente afectados que andan por España la mayoría de colectivos homosexuales o los máximos responsables de la izquierda de la cultureta, que están a la que salta con cualquier mínimo comentario que no se ajuste a lo políticamente correcto establecido por ellos. ¿Alguien ha escuchado a Willy Toledo y demás colegas palabras de indignación por tan manifiesta declaración homofóbica?
Aunque es el capitalismo, una vez más, el culpable, según tan ilustrado político, de los pollos de granjas industriales, las patatas holandesas, la Coca-Cola y sus temibles efectos o los envasados de plásticos desechables. Acabáramos. Tot plegat en un mismo saquito.
Lamento que el líder político de Bolivia no crea en una población libre, en un mercado libre, con libre comercio y en un libre desarrollo. Lamento que no crea en un sistema económico que no deja las decisiones en manos del mismo, sino en el individuo. Lamento, asimismo, que el señor Morales no crea en la libre circulación de personas, capitales y bienes, en el establecimiento de un Estado de Derecho en el que todos se sometan dentro de un mismo marco jurídico. Y lamento que su líder de cabecera sea el señor Chávez. Como lamento, del mismo modo, que la demagogia ni siquiera imaginativa y el populismo más trasnochado y tribal sean los caminos a seguir por ambos mandatarios.
Pero sobre todo, no lo lamento por ellos. Lo lamento por la gente a la que supuestamente representan, lo lamento por su sociedad, que se ve atrapada en un sistema malévolo frustrante para cualquier aspiración que no se ciña a las que marcan estos cabecillas de la izquierda más rancia y engañosa. Lo siento, de verdad, porque ponerse una venda en los ojos para no querer ver que la libertad es la mejor garantía de progreso, de prosperidad y de bienestar, es la vía más directa para caminar en dirección contraria a la senda del dinamismo económico y la apertura mental.
Ansiosa estoy por leer algunas de las conclusiones sobre los Derechos de la Madre Tierra que se han estado llevando a cabo en Cochabamba donde las experiencias relatadas por el anfitrión han puesto de manifiesto lo cómico que resultaría todo el espectáculo si no fuera por el peligro que conlleva.
Ni siquiera son para incluir en un monólogo en formato de libro para forrarse hoy en Las Ramblas. Feliz Día de Sant Jordi, por cierto. Y no olviden sus rosas, que no saben cómo duele.