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Agapito Maestre

Bono y sus amigos

Bono es el personaje más atrabiliario, sesgado e impostado que ha dado la casta política española en las últimas décadas. Sospecho, sí, del personaje público; su vida privada, e incluso su hacienda y sus negocios, me importa un rábano.

La semana pasada decían los amigos de Bono, entre los que se cuentan militantes socialistas y populares, y periódicos como El Mundo y El País, que su amplia fortuna había sido acumulada por medios lícitos. Bono, insistían sus amigos, ya habría explicado con datos y papeles su elevado patrimonio. Por lo tanto, habría que cerrar el caso y dejar sentado de una vez por todas que la fortuna de Bono en nada se parece a las conseguidas por Matas y Bárcenas. Los amigos de Bono, dicho sea de paso, son envidiables focos de sabiduría: saben tanto de la fortuna bondadosa de Bono como de los orígenes malvados de las riquezas de Matas y Bárcenas.

Pero, por desgracia para Bono y sus amigos, la discusión sobre el patrimonio de Bono sigue en la calle, en algunos medios de comunicación y, al fin, comienza a plantearse en el propio Congreso de los Diputados. La realidad es que desde que La Gaceta se hiciera cargo de la fortuna del tercer hombre más poderoso de España, desde el punto de vista institucional, el debate sigue abierto. Más aún, el día 20 de los corrientes hubo una discusión seria y apasionada sobre quién y cómo tendrían que investigarse los bienes de este hombre en el Parlamento. Llevamos, pues, más de una semana discutiendo sobre el patrimonio de Bono, pero la cuestión, a diferencia de lo que mantenían sus amigos, no está clara.

No obstante, quizá tengan razón los apasionados defensores de Bono. ¿Quién soy yo para opinar del patrimonio de nadie, incluido el de Bono? No seré yo quien eleve la escrupulosidad en los negocios privados a modelo de bondad pública. No es la honradez privada la única forma de bondad. Tampoco elevaré la congruencia a virtud dominante en un socialista; por el contrario, el socialista español siempre ha hecho de la incongruencia una forma "curiosa", es decir encanallada, de política: predican una cosa y hacen la contraria, o sea, como dicen sus amigos, "lo de Bono" –su enriquecimiento– "será poco socialista pero no ilícito". 

Pero que yo "justifique" su falta de escrúpulos para enriquecerse y su incongruencia para hacer política, e incluso que yo relativice su afición a la farsa que revela la vida de este político, no significa, jamás significará, que yo deje de sospechar de Bono. Sí, sí, es el personaje más atrabiliario, sesgado e impostado que ha dado la casta política española en las últimas décadas. Sospecho, sí, del personaje público, de Bono como la tercera autoridad del Estado; su vida privada, e incluso su hacienda y sus negocios, me importa un rábano. Sospecho, sí, de Bono no porque mienta, esa es su condición, sino porque es un nefasto político. Un mal político.

¿Podrían alguien decirme cuál es la principal obra política de Bono? ¿Alguno de sus amigos, de los cientos que exhibe, podría relatarme su gran obra en la Junta de Castilla-La Mancha o al frente del Ministerio de Defensa? Sospecho de este hombre, en efecto, porque no tiene una sola idea de Estado dentro de la nación española. Decir Bono es decir impostura política. Todo en este parlamentario es impostado. Su última impostura va, sin embargo, más lejos: porque se ha negado a ser investigado, como cualquier otro parlamentario, por una Comisión, puede afirmarse que eso no es engaño ni impostura. Eso se llama secuestro de la institución parlamentaria por parte de su presidente. He ahí la prueba más relevante de mi sospecha política. 

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