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Pedro de Tena

Metafísica del golpito

Nunca como desde la llegada al poder de Zapatero se acumularon tantos "golpitos" sucesivos a la búsqueda de no se sabe qué utopía como no sea la permanencia perpetua en el poder de un único partido, el científico y el bueno, que es la misma de siempre.

Golpito, no golpecito, diminutivo del golpe físico, el choque, el manotazo, la patada o la embestida, es el diminutivo de golpe de Estado entendido como cada ejercicio de violación de las normas constitucionales, sociales y morales que rigen un país. Un golpito no es un golpe de Estado, pero avanza en el camino de sustituir un Estado constitucional y social de cosas por otro. Una acumulación sistemática de golpitos van haciendo más asumible, por su suave distribución en el tiempo y su invisibilidad política global, la magnitud y la esencial final del golpe que se perpetra. Es más, es probable que la suma de pequeños golpitos promuevan el cambio cualitativo que deriva en un golpe total. Pero para comprender bien esto, hay que estudiar un poco de filosofía, de mala filosofía.

Veamos. Uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos por su influencia en las juventudes socialistas de todas las gamas de la izquierda, desde las comunistas a las socialistas de la transición, no fue Marx, ni siquiera Lenin. Tampoco, ingenuos lectores de España, lo fue Krause, Karl Christian Friedrich Krause, en cuyas grandilocuentes declaraciones dicen que bebió nuestra izquierda. La verdad es que pocos leyeron a Marx, quitando al doctor Vera, don Jaime y a don Julián Besteiro. Lo que sí han leído bastantes de sus partidarios instruidos ha sido el "Politzer", los Principios Elementales de Filosofía que ni siquiera es un libro sino las notas tomadas por uno de los alumnos en los cursos dictados por Georges Politzer en la Universidad Obrera durante el año escolar 1935-1936. Politzer, de muerte heroica ante el invasor nazi en Francia, influyó más que otros en la juventud socialista por su fantástica capacidad de simplificación a partir de un maniqueísmo vulgar y de un leno-estalinismo panegírico y sistemático.

Vean de qué paño es la tela: "La filosofía marxista aporta un método para resolver todos los problemas y que este método deriva de lo que se llama: el materialismo". Ni los libros sagrados de las religiones han aspirado a tanto. Por si fuera poco, "el marxismo implica una concepción general no sólo de la sociedad sino también del mismo universo". Esto es, hay una ciencia general del universo, de la historia y la vida, que es el marxismo, la base de la izquierda en general socialista y comunista. Así que el que no es de izquierda, no comprende adecuadamente el mundo, no es científico, no sabe, está en el error.

Pero centrémonos en el golpito. En capítulo quinto, el manual de Politzer estudia lo que llama la cuarta ley de la dialéctica, la transformación de la cantidad en calidad o la ley del progreso por saltos. Y allí dice: "Mucha gente piensa que la sociedad se transforma poco a poco y que el resultado de una serie de esas pequeñas transformaciones será la transformación de la sociedad capitalista en sociedad socialista. Estas pequeñas transformaciones son las reformas, y será su totalidad, la suma de los pequeños cambios graduales, lo que nos dará una sociedad nueva. Esta es la teoría que se llama el reformismo. Se llama reformistas a los partidos de estas teorías no porque reclamen reformas, sino porque piensan que las reformas bastan, y que al acumularse deben transformar insensiblemente la sociedad". El creía en la revolución de la URSS, pero describió perfectamente lo que hacían otros: acumular golpitos a la realidad constitucional, social y moral de un país hasta despertarse una mañana siendo otro país.

Y para que sirva de ejemplo de cómo era su capacidad de simplificación tomen nota: "3. La argumentación científica. Tomemos el ejemplo del agua. Partiendo de 0° y haciendo subir la temperatura del agua a 1º, 2º, 3º hasta 98°, el cambio es continuo. Pero ¿puede continuar así indefinidamente? Llegamos hasta 99°, pero a los 100º tenemos un cambio brusco: el agua se transforma en vapor". Esto es, la revolución preparada por un calentamiento global.

Pues el golpito es cada uno de los grados que hacen subir la temperatura del agua nacional de España hasta que naturalmente llegue a una ebullición anunciada y a echar humo. Es la cuarta ley de la dialéctica que otros enunciaban diciendo: "Cambios meramente cuantitativos producen un cambio cualitativo". Otro ejemplo: "El del hombre que presenta su candidatura a un cargo cualquiera. Si hacen falta 4.500 votos para obtener la mayoría absoluta, el candidato no es elegido con 4.499 votos, sigue siendo lo que es: un candidato. Con un voto más, este cambio cuantitativo determina un cambio cualitativo, puesto que el candidato que era se convierte en un electo".

Desde 1879, el PSOE aspiró al gran cambio cualitativo de la revolución social. Podría contarse con cierto detalle cuál fue el proceso de los "golpitos" propiciados por el PSOE hasta 1934, el primer gran golpe político-militar (hubo armas) y finamente un 1936 donde muy pocos eran demócratas y casi todos eran golpistas, la gran ocasión perdida porque el que ganó fue Franco. No fue nunca la democracia lo realmente buscado por el PSOE sino el socialismo tipo soviético. A Largo Caballero no llamaron el nuevo Pablo Iglesias sino el Lenin español.

Y tras treinta y seis años de dictadura, vino el intento más serio y parecía que común, de construir una democracia real y formal en este país de puñales, de dualismos y de traiciones. Pero, muy pronto, se vio que la teoría de la acumulación de "golpitos" para llegar a una sociedad no querida por todos sino sólo por los poseedores de la "ciencia" de la historia era recuperada. Desde el principio, el PSOE de Suresnes, mucho más marxistizado que el PSOE histórico de un Llopis aleccionado por la historia real –aún se recuerdan unos cursos de Alfonso Guerra en la Escuela de Aparejadores sobre la economía marxista–, pretendió acumular pequeños "golpitos", unas veces con éxito, por ejemplo, en el Tribunal Constitucional, en los usos y costumbres (ley no escrita del 10 por ciento de Filesa a la que se refirió entre otros Borrell) o en la ocupación de las cajas de ahorros gracias a su victoria municipal de 1979 y 1983  y otras sin éxito, como la OTAN o los GAL.

Pero nunca como desde la llegada al poder de Zapatero se acumularon tantos "golpitos" sucesivos a la búsqueda de no se sabe qué utopía como no sea la permanencia perpetua en el poder de un único partido, el científico y el bueno, que es la misma de siempre. Desde la moral religiosa y civil a la lucha contra el terrorismo, desde el tratamiento político y judicial del11-M al uso de jueces y fiscales amigos en la lucha contra el adversario, la acumulación de golpitos es ya impresionante. Uno de los más importantes y actuales es el golpito catalanista, por el que un estatuto no revalidado por un Tribunal Constitucional se pone en marcha legal mientras se acojona a magistrados y parlamentarios con una debacle sociopolítica si no se logra lo que el nacionalismo, también socialista, quiere. Esto es, "si mi golpito no sale bien, entonces voy al golpe descarado". ¿O no es así? Dicho de otro modo, o el juez me absuelve o el juez es un "comprado", un "sicario", un "verdugo", un "torturador". Y cómo no, alguien que se atreve a criticarme o a juzgarme, por más que los hechos sean tan contundentes como la catedral de Burgos, es un fascista y un franquista (aunque ni tengan años para lo último).

Y mientras sigue la sucesión de "golpitos" a la espera del "cambio de cualidad", ¿qué hacen los partidarios de la sociedad abierta, democrática y plural? Reaccionan, cuando lo hacen, a toro pasado y ni siquiera tienen un politzer que, aunque simplificando, dé una idea de la sociedad en la que muchos, más de media España, quizá casi toda ella, queremos vivir con libertad y con dignidad. No se enteran. No nos enteramos.

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