¿Dos Estados pero ninguna solución?
A menos que violen sus convicciones religiosas, no pueden aceptar una solución de dos Estados en el que uno de ellos tenga líderes judíos. Hamás tiene que hacerle la guerra a Israel, sea usando el terrorismo o cualquier medio que sea el más prometedor.
¿Podría Barack Obama ser el presidente americano que haga historia solucionando el conflicto palestino/israelí de una vez por todas? Así parecen creerlo él y sus asesores más próximos.
¿Y por qué no? Según la creencia popular, el esbozo de la solución es más que aparente desde hace mucho: tener dos Estados, algo similar a lo que el entonces primer ministro israelí Ehud Barak ofreció al entonces líder palestino Yasser Arafat en el año 2000 y lo que el entonces primer ministro israelí Ehud Olmert ofreció al líder palestino Mahmud Abbás en el año 2008.
Claro que Arafat y Abbás rechazaron esos ofrecimientos. ¿Qué lo haría diferente esta vez? Para empezar: la llegada del presidente número 44 de Estados Unidos. Obama tiene una enorme fe en su poder de persuasión. Segundo: se dice correcta o incorrectamente (creo que incorrectamente) que siempre se ha visto a los presidentes americanos favoreciendo a los israelíes sobre los palestinos y demostrando poca sensibilidad por las preocupaciones del "mundo musulmán". Desde su discurso en El Cairo el año pasado hasta el vapuleo público de Israel este año, Obama ha estado enviando el mensaje de que él es "otra cosa".
Sin embargo, el problema está aquí: si en este "proceso de paz" Israel hace todas las concesiones importantes, el resultado final será dos Estados pero sin solución. Hamás es el elefante en la habitación. Es raro que Obama mencione a Hamás, ese nombre brilla por su ausencia. El hecho, no obstante, es que Hamás gobierna Gaza, uno de los dos grandes territorios palestinos. Los líderes de Hamás "se oponen" a la existencia de Israel basándose en argumentos teológicos. Eso significa que, a menos que violen sus convicciones religiosas, ellos no pueden aceptar una solución de dos Estados en el que uno de ellos tenga líderes judíos. Hamás tiene que hacerle la guerra a Israel, sea usando el terrorismo o cualquier medio que sea el más prometedor.
¿No podría Israel llegar a un acuerdo solamente con Abbás y la facción política más laica de Fatah en Cisjordania y luego esperar a que Gaza también quiera vivir en paz y con todas las ventajas que eso conlleva? Claro, pero ¿cómo sacar a Hamás de Gaza? Es cierto que Hamás llegó al poder hace más de cuatro años a través de un proceso electoral. Y Hamás podría estar dispuesta a tolerar otra ronda electoral si siente que puede ganar tranquilamente. Pero es imposible imaginarse a Hamás permitiendo su derrota en las urnas. La opinión de Hamás, como la de otros islamistas, es que la democracia es como un autobús: si los lleva donde quieren ir, entonces está bien, pero una vez que han llegado donde querían, es hora de bajarse.
Otro detalle que también se les ha pasado por alto a Obama y a sus asesores: la economía de Cisjordania florece en gran medida debido a que las fuerzas de seguridad israelíes han estado trabajando junto a las fuerzas de seguridad palestinas aplicando mano dura a terroristas y criminales. No hay razón alguna para creer que las fuerzas de seguridad palestinas estén listas para operar de forma autónoma y eficaz, aunque Abbás no pueda reconocer eso en público. Ni tampoco las otras instituciones palestinas están listas para tal efecto. Establecer un Estado palestino sin primero establecer el imperio de la ley, con garantías de derechos humanos básicos, una burocracia relativamente decente y eficiente y el fin a la incitación terrorista en medios de comunicación y mezquitas daría como resultado un Estado fallido. ¿Y entonces qué hacemos? ¿Enviar tropas americanas para evitar que Hamás, Al Qaeda o las milicias patrocinadas por Irán asuman el control? ¿Pedirles a los israelíes que ellos hagan el trabajo?
Estos rompecabezas no tienen ninguna solución sencilla, pero consideremos empezar con este pequeño paso: un referéndum. Pregúntenles a los palestinos directamente: ¿Está usted preparado para aceptar una solución de dos Estados? ¿Está usted dispuesto a coexistir con un vecino judío? ¿Está usted abierto a compromisos en favor de la paz? ¿O preferiría usted que el conflicto siguera adelante todo el tiempo que sea necesario para derrotar y destruir a los israelíes? Según los resultados obtenidos se determinaría lo que se puede lograr y lo que no, al menos por ahora.
También eso sería de ayuda para que Obama dijera a los líderes palestinos que si continúan rechazando incluso sentarse en la misma mesa con los líderes israelíes –como lo han hecho durante más de un año– los palestinos no deben esperarse que Obama siga sacándoles más y más concesiones unilaterales a los israelíes. El curso básico de Diplomacia enseña que si se recompensa la negativa a negociar, el rechazo a ofertas razonables y el uso del terrorismo, se refuerza ese tipo de actitudes (y no se dirigirán solamente contra los israelíes).
Si Obama decide ignorar todo esto y se lanza de lleno al establecimiento de un Estado palestino que acabe en Estado fallido o terrorista, o quizá en un Estado corrupto y tiránico aliado con el yihadismo global, él habrá hecho historia, pero probablemente no la clase de historia que él y sus asesores se imaginaban.
©2010 Scripps Howard News Service
©2010 Traducido por Miryam Lindberg
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