Garzón, ese pájaro
No es que haya utilizado la magistratura para fines inmorales; no es que haya usado su poder para vengarse de gente mala tal vez, pero necesitada como él ahora de la presunción de inocencia; es que quería dinero. Poderoso Caballero.
De todas las filibusterías de este lodalzano andaluz que, no hoy por imperativo irracional sino dentro de un tiempo, será una de las vergüenzas de esta hermosa tierra del Sur, esperanza de la España democrática del futuro, la más impresentable es la del "botín" recaudado en su amigo, el Botín del banco. Por ello resulta tan repugnante que este señor de Jaén, que quisiera haber sido señorito pero se quedó en juez, hable de que se le acusa, señale o implique por razones ideológicas. ¿Y qué tiene que ver la ideología, de derechas, de izquierdas, de espaldas, de cara, de frente o de culo con el recibir dinero de un banquero que, qué casualidad, ha estado en el punto de mira de la propia Audiencia Nacional? No voy a decir nada nuevo, pero como mi asco es mío, mi asco es nuevo, irrepetible y único. Este tío se cree que el monte es orégano, todo él, que el pueblo somos bultitos a cuál más tonto a los que se puede manejar y que la Justicia es un cachondeo en la que el cachondo por antonomasia es él.
Pero, ¿qué clase de dureza de cara hay que tener para consentir con este cazador de ocasión, de ministro y policía de cortejo, que todo el que le contradiga judicialmente es un esclavo de la ideología? ¿De qué ideología, míster Garzón? ¿O es que todo el mundo mundial tiene ideología, la que sea, mientras que usted no tiene ideología, sino logía, razón, verdad? Yo es que no salgo de mi asombro con este tipejo impresentable, loado por todas las izquierdas del mundo, un tipejo que fue capaz de pasar del juzgado a un ministerio –escaso, según él–, y de un ministerio al juzgado, henchido de odio y de sed de venganza para triturar a los mismos que le habían nombrado cargo público. No salgo de mi asombro por la sensibilidad estomacal, que no ya ética, de un pájaro que sentía una angustia inconmensurable ante el señor X de los GAL, que fue quien le sedujo y le nombró cargo político en las elecciones del 93, y que, luego, con la información obtenida del ministerio, además de la que ya tenía, pasó por el chino a Vera y a Barrionuevo.
No comparto razones ni ideología con mi viejo conocido, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, cuando estudiamos juntos en Sevilla hace ya un trilenio, pero puedo entender que diga que Garzón es un corrupto de los peores.
Sin embargo, lo peor de los peores es que tras toda esa fachada de justicia y moralidad, no había más que dinero. Pase lo del GAL, lo de la condena europea a sus modos y maneras, pase su desvergüenza política a la hora de usar judicialmente informaciones obtenidas en razón de cargo público. Pase lo de traicionar a los amigos, como el juez Gómez de Liaño –que debería elegir mejor a los suyos, claro–, que algo muy gordo me dijo una vez la Policía que se sabía del juez campeador y que lo arropaba el grupo Prisa, unas fotos, decían en Italia. Pase lo de escuchar a los abogados de los imputados de la Gürtel por la cara sin justificación alguna cuando se sabía que era ilegal, inmoral y cínico. Pase incluso lo de las cosas menores de Jaén y provincia, de lo que hablaremos, seguramente, en el futuro, de la mano de altos cargos institucionales de la Junta, sus amigos, ahora en desgracia tras el batacazo de Zarrías, otro de sus valedores en su comarca. Pase incluso lo del enjuiciamiento al franquismo mientras se olvidaba a la vez de aplicar la misma medicina a los otros criminales de la misma guerra.
Lo más asqueroso es que tras todo esto sólo parece haber habido deseos de mejorar la propia posición: cacerías, dineros para brillar internacionalmente y posesiones, que ya irán saliendo. Y como su amigo Bono, dice ahora que todo el que le acusa, el que le critica, el que le señala y el que le pide explicaciones lo hace por razones ideológicas. Si se tienen dos pisos en Madrid de dos millones de euros o más y uno pide explicaciones es que el interpelante actúa por razones ideológicas. ¿Y no hay razones ideológicas cuando las adquiere, bonito de cara? Aquí la ideología sólo es de la derecha, porque lo que tiene alguna izquierda insoportable no es ideología, sino verdad, realidad, ciencia dialéctica, dogma incuestionable.
No es que haya utilizado la magistratura para fines inmorales; no es que haya usado su poder para vengarse de gente mala tal vez, pero necesitada como él ahora de la presunción de inocencia; no es que haya malusado las leyes y los procedimientos para joder al Partido Popular o al PSOE del señor X, sin miramientos; no es que haya desbaratado el Estado de Derecho para pisotear a quienes le incomodan. Es que quería dinero. Poderoso Caballero. Para ese viaje no hacían falta ni tantas alforjas ni tanta ideología. En dos tardes, Correa y algunos otros le hubieran puesto al tanto sin tantos aspavientos.
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