El lenguaje melifluo y acaramelado
Tradicionalmente los españoles no hemos tenido un tabú excesivo para la muerte. Pero ahora, por influencia anglosajona, hay que evitar la mención de la muerte. Los cadáveres ya no son tales sino "cuerpos".
Tradicionalmente los españoles no hemos tenido un tabú excesivo para la muerte. Pero ahora, por influencia anglosajona, hay que evitar la mención de la muerte. Los cadáveres ya no son tales sino "cuerpos". Los muertos por accidente pasan a ser "víctimas".
No ya la muerte, la simple comisión de un delito nos lleva a extremar el adjetivo de "presunto" hasta el límite del ridículo. Hace poco, al referirse a Jaume Matas, el diputado Durán y Lleida dijo "el presunto inocente". En el fondo late la barbaridad jurídica de que la inocencia hay que demostrarla. Ese error no lo cometemos sólo los ignorantes del derecho. No hace mucho, dos juristas tan eminentes como Baltasar Garzón o Mariano Rajoy emplearon la expresión "demostrar la inocencia". Es decir, volvemos a la Inquisición. Aunque es inútil; la inocencia no puede ser demostrada. Es la culpa lo que hay que probar.
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