Ahora, el Ministerio de la Igualdad, sí, el de Bibiana Aído, ha publicado un manual titulado Educando en Igualdad. Y, bueno, entre las exhortaciones a que todo el mundo sea bueno, que siempre es loable y queda bien, "los y las" pensantes de la Dirección General de la Mujer, con la colaboración inestimable de UGT, han dictaminado que "los cuentos tradicionales de Disney" como La Bella Durmiente, La Cenicienta o Blancanieves son deplorables. ¿Por qué? Qué pregunta. Pues porque "colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva, en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que realizar diversas actividades para salvarla".
En fin. Uno pensaba que esta ministra y su cohorte carecían de la mínima formación y experiencia jurídica, sociológica, lingüística, psicológica, económica o politológica necesaria para dictar a una sociedad cualquier tipo de norma o recomendación. Pero es que además, ahora confirma esta ministra y su entorno que su única cultura es televisiva y, además, atrasada y deficiente. ¿Es que ninguno de esos cargos técnicos o asesores conoce que esos cuentos proceden de la cultura tradicional europea? ¿No han oído hablar de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Samaniego o Perrault? Porque el francés Charles Perrault fue el que recogió, no inventó, el cuento de La Bella durmiente. Disney los llevó a la pantalla, pero se han representado y se representan continuamente en toda Europa.
Además, la factoría Disney ya no es, desde hace un par de décadas, la única que produce y distribuye películas infantiles. La producción se ha diversificado y los niños conocen los cuentos tradicionales, y los nuevos, por otros medios, incluidas las numerosas cadenas de televisión. Con esto están demostrando, no solamente el escaso conocimiento sobre la cultura europea que quieren eliminar, y su desconocimiento sobre la actualidad de los medios, sino su alejamiento sobre el mundo real de los niños.
Estos experimentos de ingeniera social con los que se intenta dar contenido a un ministerio que debería desaparecer, muestran la decadencia absoluta en la que se encuentra el "arte del gobierno" por estos lares. Ya ni siquiera es una prueba de su espíritu totalitario o de un cansino adanismo, simplemente es triste.