El terror ha vuelto a golpear a Moscú de la mano, más que presumiblemente, de fundamentalistas islámicos chechenos. No es la primera vez. Ni siquiera se trata del primer atentado en el metro, pues ya en junio de 1999 terroristas chechenos hicieron explosionar un artefacto en una de sus líneas, matando entonces a cuatro e hiriendo a una docena. Desde aquella fecha, un reguero de sangre se ha cernido sobre la capital rusa en paralelo a sus operaciones militares en Chechenia.
Y aunque lo peor de los atentados parecía haber quedado atrás, con los avances militares rusos contra los separatistas chechenos (el último atentado en Moscú data de 2006), no deja de resultar paradójico que la violencia islamista se reavive justo cuando el presidente ruso, Medvedev, anuncia la estabilización de la zona.
Hay otro dato que suele pasar desapercibido: dada la brutalidad de la campaña militar de Rusia contra Chechenia, una auténtica guerra sucia, el fenómeno de la islamización radical, yihadista, de la guerrilla chechena ha quedado en segundo plano en estos años. Ya a nadie le debería extrañar que la lucha no es por la independencia de aquel territorio, sino por la sharia y el califato.
De hecho, su actual líder, Doku Umarov, publicó el pasado noviembre una declaración sobre el Emirato del Cáucaso, donde imponía la ley coránica y la responsabilidad de todo musulmán de luchar contra los infieles. Lo sorprendete no es el tono similar a Bin Laden y sus teóricos de Al Qaeda, pues al fin y al cabo un buen número de sus operativos se instalaron hace años en la región, sino que el planteamiento de Umarov excede ya claramente el suelo de Chechenia para abarcar gran parte del Cáucaso. Es de suponer que como un primer paso para la realización de su visión de un califato desde Al Andalus a Filipinas que tanto motiva a los yihadistas desde Mauritania al Pacífico.
No es de extrañar, por tanto, que la lucha contra la yihad se haya desplazado de Chechenia propiamente dicha a sus repúblicas vecinas, como Dagestán donde, dicho sea de paso, las fuerzas especiales rusas abatieron hace un mes a Mohamed Shabban, más conocido como Saif Islam o espada del islam, un operativo de Al Qaeda enviado por Bin Laden para ayudar a la yihad en la zona y responsable de la reorganización de varios grupos chechenos amén de inspirar diversos atentados y ataques.
Es bajo la óptica yihadista como deben interpretarse los recientes ataques en el metro de Moscú. Rusia está también en el punto de vista del terror islamista. No en balde uno de los primeros en llamar a Aznar el 11-M fue Vladimir Putin