El 29 de octubre de 1989 se celebraron elecciones generales en España, doce días después de que yo cumpliese 18 años y adquiriese mi derecho al voto. No sabía quién era Aznar, más allá de que había sido presidente de Castilla y León, pero el mero hecho de que lo hubiera elegido Fraga me lo hacía un poco indigesto, así que voté por el CDS de Adolfo Suárez en las últimas elecciones en que el primer presidente de la democracia española presentó su candidatura.
Poco después, José María Aznar convocó el X Congreso del PP en Sevilla con el lema "Centrados en la libertad". Seguí las informaciones con mucho interés y descubrí un mensaje que me gustaba, que hablaba, sí, de libertad, del protagonismo de la sociedad frente al Estado, y de plantar cara al socialismo. Recuerdo que Aznar fue convocando un congreso regional tras otro y, con la excepción de Galicia, que era de Fraga, de Madrid, que era de Gallardón, renovó los cuadros regionales en una apuesta, de gran calado, por el cambio generacional y de ideas, que también llegó a la propia dirección del partido. Por vez primera, y última, me vi representado por un partido.
Aznar recogió el techo de Fraga, que no llegaba a los cinco millones y medio de votantes, y lo convirtió en un suelo de diez millones de votos de los que no ha bajado desde que en 1996 llegó al poder. Él hizo posible que existiera una alternativa a los socialistas en una época (sólo los que la vivieron pueden hacerse una idea), en la que el PSOE aspiraba, con fundamento, a emular al PRI mejicano. Y gracias a eso, Aznar hizo posible la democracia española. Además logró llevar al centro-derecha a una mayoría absoluta, con lo que demostró hasta dónde puede llegar esa mitad de la sociedad española. También demostró que las cosas se pueden hacer de otra manera. González ganó en 1982 prometiendo más impuestos. Y a medida que los subía, iba ganando elecciones, en 1986, 1989 y 1993. Aznar cambió todo eso, y hasta Zapatero tuvo que prometer que bajaría los impuestos. Ahora los sube, y no está nada claro que vaya a llevar al PSOE de nuevo al Gobierno.
Yo voté a Aznar en 1996 principalmente porque estaba harto de la corrupción socialista, quería un cambio en mi país y porque él prometió a los españoles una regeneración democrática. El que hubiera debido ser su mayor logro se quedó en nada, y el bien que no hizo le convierte en culpable de parte de los males actuales. Pero su Gobierno cambió la cultura política de España para siempre.