Garzón, el inquisidor, el antijuez. Eso de “jueces políticos” es una contradicción en los términos: cuando la política entra por la puerta del juzgado, la justicia (sin adjetivos) sale por la ventana.
La justicia platónica engendra monstruos. La arrogancia de ser ungido por los dioses o la razón para determinar lo justo a priori por gracia infusa y con desprecio de la equidad (del método) es tan absurda como la ciencia subjetiva. ¿Alguien encuentra razonable que un científico se invente falsas pruebas o se salte protocolos para corroborar su convicción? Los protocolos heurísticos existen porque la experiencia demuestra que cualquier alternativa es peor, es más ineficiente o más peligrosa. Y la teoría, ¿hay algo más terrorífico que un juez avalado por presuntos poderes paranormales? Estoy seguro de que en un mercado libre pocos lo escogerían. Pues eso es precisamente la política: un privilegiado acceso paranormal a la “verdad”.
Cuando un político se mete a juez le sobra cualquier evidencia, cualquier método y cualquier ley (norma general, abstracta, no finalista), porque él es todo “justicia” y su inspiración divino-racionalista toda “ley”. La ley no es que le sobre, es que le estorba. La ley es el antónimo de la política. La ley es la garantía de que nadie se va a cruzar en tu camino siempre que tú no te cruces en el de otro, pero la política es caminos previamente trazados y cruzados por la mente del Gran Gorila (o del Gran Debate, me es igual) ¿Cómo demonios un político va a respetar derechos humanos que coarten su capacidad transformadora de la realidad, su mesianismo?
El político Garzón es todo “justicia” y todo “ley”. Es total. Totalitario. Divino. No roba, se incauta. No prevarica, ataja. No es inicuo, es discriminador positivo
Y sus fieles, todo devoción y todo fervor ¿Cómo se va a equivocar “dios” o el gran inquisidor que lo representa?
Una pregunta, si prevaricar es un delito debería estar penado no sólo con la expulsión de la administración de justicia, sino que también y en casos especialmente graves, como es el de este fantoche que acumula tres procesos por prevaricación- y los que se le han perdonado, por ejemplo el de los peritos del Bórico-, con la cárcel.