Escándalo "mayor"
Zapatero nunca ha creído en la derrota de ETA. Ese es un concepto que en su empanada mental y pseudoideológica le parece demasiado facha.
¿Por qué los ciudadanos tenemos que creer mas a un presidente del Gobierno que negoció políticamente con ETA que a un ex ministro del Interior que lideró junto a Aznar una lucha impecable –dentro de la ley– e implacable –con la persecución policial y el aislamiento internacional– a la banda terrorista hasta asfixiarla y colocarla contra las cuerdas?
¿Por qué tenemos que creer ahora a un presidente que reconoció en una entrevista con el director de El Mundo que mintió a los españoles cuando tras el atentado de ETA de la T-4 de Barajas dijo que se suspendían los contactos con la banda terrorista y sin embargo estos siguieron?
¿Por qué tenemos que dar alguna credibilidad a un Presidente que llamó "hombre de paz" a Otegi, que calificó de "accidentes" a algunos atentados terroristas, que cedió al chantaje de la huelga de hambre planteada por el terrorista Iñaki de Juana Chaos o que al contraponer dos fotos publicadas en los periódicos –una en la que aparecían Rosa Diez y Pilar Elías y otra en la que estaban la abogada de ETA, Jone Goirizelaia y la dirigente del PSE, Genma Zabaleta– dijo que la primera era el pasado y la segunda, el futuro?
¿Por qué tenemos que creer a un presidente que en las elecciones autonómicas vascas del 2005 y en las municipales y forales del 2007 permitió, con la inestimable ayuda de su lacayo Cándido Conde Pumpido, que ETA pudiera estar presente en dichas elecciones bajo las siglas del Partido Comunista de las Tierras Vascas en el primer caso y de Acción Nacionalista Vasca (ANV) en el segundo?
¿Por qué tenemos que creer a un presidente que al mismo tiempo que delante del cadáver del gendarme francés y al lado de Sarkozy dice que "los miembros de ETA van a ser perseguidos sin descanso", sigue consintiendo que en cuarenta y ocho ayuntamientos del País Vasco y de Navarra siga habiendo concejales o alcaldes de ANV, formación política que según sentencia del Tribunal Supremo forma parte de ETA?
¿Por qué tenemos que creer a un presidente que es el responsable político último del inmoral chivatazo del Bar Faisán? Es decir, responsable de que la Policía avise a los etarras que huyan porque si no lo hacen van a ser detenidos.
¿Por qué tenemos que creer a un presidente que desprecia e ignora a las víctimas del terrorismo –no va a sus congresos internacionales, persigue al anterior presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz...– al considerar que estas son más bien un obstáculo que una ayuda para llevar adelante su mal llamado "proceso de paz"?
Son sólo algunas de las preguntas que a uno le suscita comprobar cuanto fariseísmo subyace en las reacciones que desde las filas del Gobierno, del PSOE y de sus terminales mediáticas ha habido a raíz de las declaraciones hechas por Jaime Mayor Oreja, en el sentido de que el Ejecutivo se encuentra ya en el segundo tiempo de su negociación con ETA. Son los mismos que en la legislatura pasada negaron cualquier tipo de negociación política con la banda terrorista, cuando ciertamente la hubo. ¡Y de que dimensión! Son los mismos que daban por verificada la buena voluntad de ETA con la tregua mientras la banda robaba 400 pistolas en Francia, con una de la cuales, por cierto, asesinó el pasado martes al gendarme francés. Son los mismos que machacaban a las víctimas del terrorismo porque estas salieran a la calle, junto a miles de ciudadanos, a gritar: "Negociación, en mi nombre, no".
Zapatero nunca ha creído en la derrota de ETA. Ese es un concepto que en su empanada mental y pseudoideológica le parece demasiado facha. Él es más progresista, más dialogante y, por tanto, quiere buscar el final de la banda mediante el diálogo y la negociación. Lo acaba de volver a repetir en una entrevista en la televisión catalana: cuando la izquierda abertzale se desmarque de ETA, entonces les escucharemos. ¿Nos puede decir el presidente del Gobierno qué interés puede tener lo que vayan a decir quienes nunca han condenado un asesinato de ETA?
El proyecto de Zapatero para el País Vasco pasa por un Gobierno de su partido, el PSE, con lo que ahora se denomina la izquierda abertzale, más lo que pueda quedar, más bien poco, de la Izquierda Unida de Madrazo, Aralar y Eusko Alkartasuna. De esa manera conseguiría mandar a la oposición a la derecha nacionalista, es decir al PNV, y convertir a la derecha españolista, es decir, el PP, en un partido que no tenga ninguna relevancia ni influencia en la política vasca. En este sentido, sorprenden algunas actitudes y declaraciones de varios de los actuales dirigentes del PP vasco que están como muy encantados de haberse conocido, pero que parece que no quieren ver la cruda realidad: a Zapatero nunca le gustó que Patxi López llegará a Ajuria-Enea con los votos del PP y pondrá fin a esa situación en cuanto pueda.
Por eso, ante tanto escándalo "mayor", ante tanto rasgamiento de vestiduras, ante tanta postura farisaica y cínica, es de agradecer que todavía queden políticos como Jaime Mayor que se atrevan a decir la verdad, aunque esta sea incómoda y acarree todo tipo de críticas. Además, el nivel de acierto en el diagnóstico que ha demostrado en estas cuestiones el actual portavoz del PP en el Parlamento Europeo a lo largo de los años debería llevar a que algunos en su partido se pusieran colorados o, al menos, se lo pensaran dos veces antes de hablar.
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