Una serie de informaciones periodísticas aparecidas en las últimas semanas ponen por fin fecha a nuestra esperanza: a finales de mayo o principios de junio tres de las principales editoriales españolas pondrán a nuestra disposición una serie de títulos que podremos comprar y leer en formato electrónico.
Se trata de una apuesta de tres "majors" como Planeta, Santillana y Random House Mondadori, con la que esperan que en el segundo semestre de este año la oferta de libros electrónicos llegue a la "fabulosa" cifra de 5.000 títulos, una cantidad que puede sonar poco menos que ridícula si la comparamos con los más 365.000 libros que ofrece Amazon en el momento en el que escribo esta columna.
Pero no seamos demasiado severos: aunque unos pocos miles de títulos son muy poco para el segundo país en el que más se edita de todo el mundo, la diferencia entre esto y el actual vacío casi total no es pequeña y, sin duda, es un paso importante.
No obstante, tal y como se está presentando el proyecto me surgen ciertas objeciones y, con la prevención debida puesto que todavía no hemos podido comprobarlo de primera mano, voy a exponer algunas de ellas.
La primera es, por supuesto, la venta de libros con DRM, una protección que por ahora no sabemos cómo será pero cuyo meroanuncio me resulta preocupante. De hecho, es curioso ver el enfoque al respecto de alguno de los responsables de estas editoriales. Por ejemplo: Matilde Sanz, de Santillana (y prometo que no elijo a la editorial con mala intención) nos dice en un interesante reportaje de eleconomista.es que "algo nos ha enseñado la experiencia de iTunes, por ejemplo, en el mercado de la música".
Lamentablemente, se ve que no mucho: la famosa tienda de música en la red retiró hace meses las protecciones de sus archivos, tras años de persistir en el error y sin que, aparentemente, eso haya provocado una "apocalipsis pirata" mayor de la que ya venía, o no, produciéndose.
Entiendo que a la industria editorial le preocupe la piratería, pero se equivocan si creen que el DRM les va a ayudar mucho en la solución del problema. Como ya hemos dicho alguna vez, más bien creo que es al contrario: la protecciones sirven, sobre todo, para que el cliente obtenga pagando un producto con menores posibilidades, es decir, de peor calidad que el que se puede encontrar gratuitamente en la redes de intercambio. Ante esa tesitura, es difícil que la SGAE de turno te convenza.
Esperemos que ese enfoque erróneo, el tiempo que nos están haciendo esperar y la parquedad de la oferta no empujen hasta tal punto a los lectores a las redes de intercambio que la industria lo acabe pagando muy caro.
Por otra parte, aunque no me parece mal que se pretenda preservar la existencia de las librerías, sí que da la sensación de que el modelo elegido, una plataforma que no venderá al público sino a los libreros, es un intento de mantener los roles del actual mercado, algo que no sé si tiene demasiado sentido y que, seguramente, acabará siendo sobrepasado por la propia evolución de un mercado en el que autores y lectores quieren desarrollar un papel más complejo y en el que, al fin y al cabo, el cambio tecnológico se ha de notar en algo.
Para que no todo sea crítica, veo un mensaje positivo: parece ser que se asume el hecho de que el libro electrónico debe ser más económico que el libro de papel, incluso en algunos casos un 50% más, aunque eso dependerá del título en cuestión.
Sin embargo, me pregunto si tiene sentido establecer una tarifa según el dispositivo (reader, smartphone...) al que esté destinado el archivo, que es lo que al parecer se está planeando. ¿Cómo justificamos esto si tenemos en cuenta que los costos son los mismos y el producto, un libro, también?
Pero más allá de todas estas objeciones, lo importante es que estamos asistiendo al despertar al libro electrónico de la industria editorial española; un poco tardío y algo perezoso, pero despertar al fin y al cabo.
Y ese segundo paso en la revolución del eBook (el primero han sido los 100.000 reproductores que según todos los análisis se han vendido ya) no puede ser considerado más que una buena noticia.