Más que una queja
Quizá no fuera mucho lo que hizo Aznar, pero desde luego ya ha pasado a la historia por encima de González en su aportación democrática. Eso es, sin duda alguna, algo que la izquierda totalitaria nunca ha soportado.
Las declaraciones de Aznar a Veo 7 se corresponden con la realidad. El problema es que las injurias y difamaciones vertidas sobre Aznar también recaen sobre millones de españoles. Por lo tanto, las declaraciones de Aznar no deben ser consideradas sólo como un lamento personal. Aznar no se queja. Denuncia un acoso político. Terrible y real en el pasado y, sin duda alguna, persistente y cerril ideológicamente en el presente. Esto es lo grave: el desgraciado presente político que nos devora. Su denuncia afecta a la pobrísima democracia que nos queda. Deberíamos preocuparnos por la persecución a este político. De cómo se resuelva esa denuncia dependerá mucho el futuro la vida pública de este país.
De momento, nadie en su sano juicio podrá mantener que el proceso de exclusión, persecución y estigmatización al que está siendo sometido este político, por lo menos desde el año 2002, está resolviéndose positivamente. Ni la figura política de Aznar está siendo reivindicada por nadie, excepto por algunos grupitos aislados, ni tampoco nadie puede decir que la retirada de Aznar de la vida pública haya traído una sociedad civil más fuerte, un ámbito público político más limpio o, simplemente, funcione mejor que hace ocho años el balance o equilibrio de poderes. Por el contrario, los ataques a su figura personal y política, familiar y partidaria, son cada vez más furiosos y continuados por un lado, y el funcionamiento del sistema democrático está peor que averiado... Está muerto.
Suárez, Calvo-Sotelo y González, los otros ex presidentes del Gobierno, no sólo han sido mejor tratados que Aznar, sino que se diría que toda la furia, la envidia y el resentimiento de los adversarios de todos sus predecesores en el cargo es proyectada sobre el presidente del Gobierno que, sin duda alguna, más prosperidad económica y social trajo a España. Tampoco su sucesor en el PP le trata con demasiado esmero, pero ese es otro asunto. Lo cierto es que Aznar no llevó a cabo la reforma democrática que prometió y, por supuesto, apenas tocó los aparatos ideológicos y culturales que impuso el trecenario socialista, pero gestionó con decencia la hacienda pública, e incluso hizo que los españoles no sintieran vergüenza de la política exterior de sus gobiernos. Quizá no fuera mucho lo que hizo Aznar, pero desde luego ya ha pasado a la historia por encima de González en su aportación democrática. Eso es, sin duda alguna, algo que la izquierda totalitaria nunca ha soportado.
En efecto, Aznar se fue por propia voluntad, mientras que González fue expulsado de la vida pública por el electorado, por no recordar cómo el asesor de Slim se salvó por un quítame esas pajas de ingresar en prisión por el caso GAL. Quizá en esa decisión de Aznar, sin duda alguna, la mayor acción democrática llevada a cabo por un presidente del Gobierno, hemos de hallar los motivos del odio acumulado contra este político. La autolimitación personal en el ejercicio del poder es algo que nunca han contemplado los socialistas. En cualquier caso, el desprecio por el hombre excelente, por el político honrado que no quiere aferrarse al cargo, fue sembrado, no lo olvidemos, dos años antes del 11-M, y dirigido con mano de hierro por José Luis Rodríguez Zapatero, cuando era el líder de la oposición. Sí, sí, es menester recordar todas las acciones políticas, oscuramente democráticas, llevadas a cabo por Zapatero para aislar y liquidar al PP; por ejemplo, el pacto con todas las fuerzas de la oposición, la agitación y movilización, durante casi dos años, contra el Gobierno por cualquier motivo, en fin, todo ese levantamiento popular, que capitaneó Zapatero contra Aznar, y que fue coronado, desgraciadamente, con el 11-M, no puede borrarse fácilmente de la noche a la mañana.
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