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Emilio Campmany

Entre Chávez y Parot

¿Por qué será que a los españoles apenas nos sorprende que el Gobierno de Zapatero proteja a ETA?

En el Berlín de la primavera de 1945, la seguridad del desastre era tal, que para sobreponerse al terror que les provocaba pensar en el futuro los berlineses llegaron a reírse de su porvenir con chistes de tan dudoso gusto como el que decía: "Sé práctico, cómprate un ataúd". Los desastres que nos asolan son de tales proporciones que nuestro Gobierno parece igualmente empeñado en hacer chistes sobre su propia incompetencia. Después de que una investigación judicial descubriera inequívocas conexiones de Chávez con la ETA, no contento con pedirle perdón al dictador porque lo que era un secreto a voces se supiera, va nuestro Gobierno y hace un comunicado conjunto con el venezolano para eximir a éste de toda responsabilidad. Es como si, tras el 11-S y viendo que Al Qaeda goza de la protección de los talibanes, el Mulá Omar y Bush hubieran hecho un comunicado conjunto para afirmar que Kabul no tiene ninguna culpa de lo ocurrido. Es para partirse.

Encima, por si eso no fuera poco, nos enteramos de que el abnegado servidor del Estado, el catedrático Gómez Benítez, ofreció a la banda terrorista un giro en la aplicación de la doctrina Parot. Para quienes no la recuerden, tal doctrina establece que las redenciones de penas, cuando se tenga derecho a ellas, no se aplican sobre el tiempo máximo que uno puede estar en la cárcel, sino sobre cada una de las condenas que uno haya sufrido. Así, el etarra que, como Henri Parot, es condenado por varios asesinatos a miles de años de prisión, pero que sólo cumplirá el máximo legal, no puede descontar las redenciones a que tenga derecho de ese máximo legal, sino que tiene que hacerlo de los miles de años a los que fue condenado. La doctrina significa en la práctica que, cuando alguien es condenado a muchos más años de los que legalmente puede permanecer en la cárcel, tendrá que estar allí hasta cumplir el máximo establecido por más años que redima.

Pues bien, al parecer Gómez Benítez ofreció a la ETA dar un vuelco a esta doctrina. No se sabe si lo iba a hacer convenciendo a los magistrados del Supremo o a los del Constitucional, que todavía están pendientes de resolver el recurso de Henri Parot. Lo probable es que se refiriera al Constitucional por varias razones. La primera es que tal Tribunal todavía no se ha pronunciado sobre el asunto, con lo que no tiene que desdecirse para hacer caso a Gómez Benítez. Además, el Constitucional es más sensible que el Supremo a las influencias del Ejecutivo. Y, finalmente, porque es posible, aunque no obvio, que la doctrina Parot sea en efecto inconstitucional.

En ambas historias puede contemplarse a nuestro Gobierno protegiendo a la ETA. En Venezuela, evitando que la obvia conexión venezolana con la organización terrorista tenga consecuencias judiciales y diplomáticas. Y en la negociación con la banda, ofreciendo lo que constitucionalmente no tiene capacidad de hacer, esto es, torcer la mano de los jueces en beneficio de los asesinos. Y, sin embargo, ¿por qué será que a los españoles apenas nos sorprende que el Gobierno de Zapatero haga esta clase de cosas?

Hemos llegado a un punto de resignación similar al de los berlineses de 1945. Es verdad que todavía no tememos por nuestras vidas, sino sólo por nuestras haciendas y por nuestro país, pero por lo demás, el desánimo es parecido. Pronto haremos chistes del tipo: "Sé práctico, nacionalízate australiano".

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