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José Antonio Martínez-Abarca

Llámenle Pelayo

El tal Pelayo Toledo lo que ha hecho sobre el preso cubano muerto en huelga de hambre gracias a la dictadura cubana no es más que una apestosa, abofeteable e imbécil digresión de quien no ha tenido en toda su vida algo de lo que ocuparse y preocuparse.

En la película de John Huston Las raíces del Cielo, ambientada en África, Errol Flynn se interpretaba a sí mismo como Forsythe, un aventurero acabado, alcohólico, decadentemente mujeriego, desengañado, lector de gruesos libracos a la luz de un fanal entre merodeadores nocturnos. En la película de Santiago Segura La increíble historia de Pocholo y Borjamari, ambientada en la jungla supercanalla del barrio de Salamanca, Willy Toledo hace el papel de sí propio como Pelayo, un hipermegapijo por alfabetizar con camiseta del "Ché", terror de las progres caras, que va de divino de la muerte, le pega al "snowboard" y otras disciplinas desoficiadas, habla como un archimandrita del pensamiento débil y se monta en el dólar gracias a su clase social, en contacto con una cierta cultureta protoaltermundista que pasa noches de turbio en turbio tratando de desentrañar el arcano sobre qué resultaría vencedor en una guerra abierta, si el cocodrilo de Lacoste o el caballo de Ralph Lauren. Vidas paralelas de grandes estrellas del celuloide de ahora, ayer y siempre.

Se han dado prisa en la Wikipedia de internet en añadir, prácticamente en tiempo real, el mérito que le faltaba a Willy Toledo para su insobornable biografía, en el capitulo denominado pomposamente "controversias", sobre la muerte del cubano Orlando Zapata. "Un delincuente común, no un disidente político", según ya célebre sentencia desahogada de este Pelayo de la vida hijo del egregio doctor Toledo, que en realidad era un pionero de la cirugía torácica en España. Con lo cual resulta que son exageradas las informaciones filtradas por la Academia de Cine, las cuales especulaban con que el papá de Willy era un jornalero represaliado, salido de Tierra sin pan de Buñuel, que no tenía para echarles a sus churumbeles, y que sólo gracias a la coherencia ideológica y el talento sin subvenciones del pequeño Guillermo pudieron salir adelante. Si cualquier don nadie tiene derecho a sus cinco minutos de gloria, cualquier rancio señorito opta por nacimiento, se conoce, a su sección de "controversias" para darse bambolla de exégeta de la realidad en la Wikipedia.

Aunque lo de Toledo es como aquella anécdota del conferenciante al que un señor del público le pedía que abriera el capítulo de controversia. "¿Va a haber controversia?", gritaba, y le emplazaban, una y otra vez, para un momento posterior. "De acuerdo, se abre la controversia", convino al fin el conferenciante. "Hijoputa", vomitó el contradictor. "Eso es una digresión, proceda usted con la controversia, proceda". El tal Pelayo Toledo, en ambientes de progreso conocido como Willy, y diga lo que diga la "wiki", lo que ha hecho sobre el preso cubano muerto en huelga de hambre gracias a la dictadura cubana ("admirable en muchos aspectos", continúa Pelayo, quien por lo visto ha conocido la realidad de la isla en su calidad de pijo rematado, sin bajarse de un "snowboard" supergansísimo) no es más que una apestosa, abofeteable e imbécil digresión de quien no ha tenido en toda su vida algo de lo que ocuparse y preocuparse. Pero sólo una digresión. Las cumbres del séptimo arte y la alta cultura en general esperan impacientes a su docta controversia.

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