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Doblemente peligrosa ubicuidad

El continente africano es un puente emergente, junto con Europa, para poder atentar en los Estados Unidos.

El atentado que segaba la vida de un soldado español de origen colombiano en Sang Alesh, en Afganistán el pasado 1 de febrero, es una muestra más de un activismo yihadista que hace de todo el mundo su campo de batalla global. Así lo demostraba el mismo día una terrorista suicida que asesinaba en el barrio bagdadí de Bab Al Sham a 41 peregrinos chiíes. Esta ubicuidad, que se amplía con otros dos casos que citamos más adelante, es peligrosa porque hace por un lado del mismo una amenaza cada vez más preocupante, pero por otro lado sirve también para diluirlo y, por tanto, para hacerlo casi invisible si no se hace el necesario esfuerzo para inventariarlo, y a partir de ahí para valorarlo como merece.

Al día siguiente del luctuoso ataque de Afganistán la policía de Bosnia-Herzegovina detenía en Gornkja Maoca, a 150 kilómetros al norte de Sarajevo, a siete sospechosos de pertenecer a una célula yihadista que prepararía ataques contra las fuerzas de paz de la EUROFOR, entre las que también hay españolas. El cuerpo policial balcánico intervenía en el marco de la denominada ‘Operación Svjetlost’ armas y municiones que confirmarían la voluntad criminal de los detenidos. El 3 de febrero, y volviendo al escenario asiático –AFG/PAK–, los yihadistas provocaban ocho muertos en un ataque contra una escuela femenina situada en la localidad paquistaní de Koto, en la provincia de Bajo Dir, cerca del emblemático Valle de Suat. Entre los fallecidos 3 soldados o empleados de la compañía estadounidense ‘Xe’, la antigua ‘Blackwater’. Queda aún algo aún por aclarar, pero el ataque sirve para dañar de nuevo el esfuerzo antiterrorista estadounidense a caballo entre Afganistán y Pakistán tras el luctuoso ataque contra la base de la CIA en suelo afgano. En cuanto a las otras víctimas, cuatro de ellas eras niñas, alumnas del citado centro de enseñanza rehabilitado con fondos de los Estados Unidos tras otro ataque anterior. Todo esto demuestra la voluntad talibán y de Al Qaeda de enclaustrar a las mujeres y de lograrlo si es necesario a través de la violencia más extrema. Con individuos así sobra cualquier intento de aproximación a través del diálogo, fórmula mágica explorada recientemente en la Conferencia de Londres en lo que al escenario afgano respecta. Sólo su derrota llevará libertad y progreso a la zona.

Los tres primeros días de febrero sirven pues para mostrar la voluntad terrorista de actuar por doquier. Contextualizan también la intervención de la cúpula antiterrorista estadounidense ante el Comité de Inteligencia del Senado el 2 de febrero afirmando que la ofensiva contra los talibán y Al Qaeda en AFG/PAK ha producido una desbandada de miembros de la red de Osama Bin Laden hacia lugares como Yemen, Somalia o el Magreb y el Sahel. Todo esto señala al continente africano como puente emergente, junto con Europa, para poder atentar en los Estados Unidos. Si no fuera porque atentados producidos y otros frustrados corroboran tales palabras, podría parecer que tales responsables antiterroristas están fantaseando.

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