Es sabido que la intelectualidad en España se expresa de una forma oral en las llamadas tertulias, antes en los cafés, ahora en la radio o en la tele. Se puede ser intelectual en España sin haber publicado un libro; basta con haber participado regularmente en tertulias. Para eso se requiere, además, ser muy vocal y seguir algunas reglas retóricas. Daré unas pocas ilustraciones que he anotado en mi larga experiencia de tertulias radiofónicas y televisivas.
Lo fundamental es que el tertuliano haga creer a los oyentes que le pagan en proporción al tiempo en que está hablando al micrófono o a la cámara. La consecuencia inmediata es que tiene que desplegar una serie de trucos para hablar más que los demás. Resumo algunos:
- Es conveniente empezar a hablar con el argumento de que va a manejar dos o tres razones. Por eso, tras una larga parrafada, dirá algo así como "punto número uno". Luego irá al "punto número dos". Ante ese argumento tan sistematizado, el moderador no podrá cortarle fácilmente, sobre todo si hay un número tres.
- Otro truco para alargar el parlamento consiste en añadir a lo expuesto: "Dicho lo cual..." o "dicho esto...". De esa forma, habrá que dejar al tertuliano que complete lo que hasta ese momento era solo una introducción.
- Una forma de desacreditar al contrincante es espetarle: "Niego la mayor". No se sabe lo que quiere decir. Realmente indica que el otro no tiene derecho a seguir hablando.
- Hay una expresión mágica en el debate que da buenos resultados: "Poner encima de la mesa". Quiere decir que se trae a cuento algo, pero la mesa es el ara invisible donde se deposita lo sagrado. Por tanto, un respeto.
- Un truco retórico definitivo es citar datos numéricos, porcentajes, números absolutos, algo que exprese la magia cuantitativa. No se sabe por qué, pero las cifras nadie las discute, aunque puedan ser dislocadas, fantasiosas o simplemente inventadas. De todas las expresiones numéricas, hay dos que impresionan más: el 20% o el 80%.
- Cuando el parlamentos se hace insoportable por lo largo o premioso, el tertuliano sagaz se saca un as de la manga. Basta con decir "y termino..." para que nadie le quite la palabra.
- Lo decisivo es dominar el arte de empezar a hablar solapando el discurso propio con el ajeno, que todavía continúa. Ahí interviene mucho el gesto, el tono de voz, el "no estar de acuerdo" con el otro de una manera enfática.
- Lo fundamental es el énfasis. Hay muchas formas de asegurarlo. Por ejemplo, el "estamos hablando" concede una trascendencia especial a lo que inmediatamente se va a decir, aunque sea una sinsorgada.
- Cuando a un tertuliano se le agotan los argumentos, lo mejor es recurrir al insulto solapado. Por ejemplo, aducir que lo que dice es otro el falso o es una persona indocumentada. En las costumbres españolas el que insulta sabiendo insultar suele caer simpático.