El acto central de la visita de Zapatero a Estados Unidos, el ya famoso "Desayuno Nacional de Oración" junto a Obama confirma que estamos ante dos oportunistas en decadencia. Zapatero mostró que está en caída libre. Obama, guardando las diferencias, no las tiene todas consigo tampoco en lo que toca a su futura acción política. Desde diferentes situaciones, y sin pretender igualarlos, lo cierto es que los dos intentaron aprovechar este desayuno para sus propios fines. En su respectivo pero innato sectarismo, no pudieron dejar de politizar, cada uno a su forma, un acto que inicialmente servía para orar. El problema en el caso de Zapatero es la incongruencia que muestra al venir a Estados Unidos, tras haberlo atacado y traicionado en los años de Bush. No es difícil imaginar lo que el propio Zapatero, el Partido Socialista y sus medios afines habrían dicho si Aznar hubiera asistido a un desayuno de estos, y además invitado por Bush.
Zapatero acudió así hipócritamente a un acto religioso –y marcadamente cristiano– cuando el propio presidente español y su Gobierno están intentando tirar por tierra en España todo signo de religiosidad, particularmente cristiana y católica. Eso, claro, además del desprecio hecho al soldado español muerto y a su familia. La única explicación de su visita radica en el monumental afán de Zapatero por sacar partido como sea de la Presidencia rotativa de la Unión Europa para intentar presentarse en España como un político valorado internacionalmente, cosa que todos saben que no se corresponde con la realidad.
Sin llegar a la supina mediocridad de Zapatero, Obama no se quedó muy atrás a la hora de politizar el acto para sus propios fines. Porque si hay algo seguro es que Obama desprecia también la "religión organizada" y a los conservadores. Su presencia en el escenario le servía para cumplir con varios líderes internacionales, incluido Zapatero, y para calmar un poco la caída en las encuestas de su administración. Pero no se olvide que Obama despreció ya durante su campaña presidencial a los votantes practicantes de Pensilvania al decir de ellos que se agarraban "a las pistolas y a las biblias". Obama mismo no celebró el año pasado, ya como presidente, el solemne "Día Nacional del Rezo" (el "National Day of Prayer") que es otro acto distinto, el día de rezos verdaderamente importante en este país y que se celebra el primer jueves de cada mayo en la Casa Blanca y organizado por el presidente. Bush lo celebró cada año en sus dos mandatos, como Reagan y como tantos otros presidentes antes. Obama, en su arrogancia y prepotencia, decidió omitirlo el año pasado y está por verse aún qué hará este año. Si Zapatero se dice agnóstico, Obama estuvo veinte años sentado en la iglesia del pastor racista y radical de Chicago, Jeremiah Wright.
Si en España existiera una derecha verdaderamente liberal-conservadora capaz de vertebrar a la ciudadanía, Zapatero sería ya un cadáver político. A diferencia de esto, Obama sí tiene ante él un auténtico movimiento ciudadano y un partido republicano bastante revitalizado que mira ya a las elecciones de noviembre de 2010. Por eso Obama se presentó al desayuno: porque no hacerlo era ponerse en evidencia y porque, además, le servía para intentar congraciarse con un electorado mayoritariamente ya opuesto a su gestión. Es verdad que a Zapatero y a Obama les quedan todavía varios años hasta las elecciones pero ciertas acciones de sus políticas van a ser difícil de olvidarse, sobre todo en lo económico. Siendo distintos, el "pensionazo" de Zapatero y el intento de atragantar a Estados Unidos con el "Obamacare", deberían pasar cuentas en las próximas elecciones. De ahí el esfuerzo y presencia en el desayuno de estos dos oportunistas en decadencia.
Para terminar, hay otra cuestión importante a mi juicio: el poco tacto que tuvo Zapatero y sus asesores al tratar en su discurso dos asuntos que Obama hubiera preferido no escuchar. Primero, el de la lucha de clases, con la dialéctica "ricos" contra "pobres", un tema que aquí nadie se cree ya a la luz de la situación económica creada a estas alturas ya por Obama. Y segundo, el asunto de los inmigrantes, con las promesas incumplidas de Obama hacia la comunidad hispana sobre el particular de la reforma migratoria. El lince que escribió el discurso de Zapatero desconocía, obviamente, que esos dos asuntos no eran los más apropiados para una ocasión como esta. El que escogió la cita bíblica también falló estrepitosamente, pero para eso Zapatero –que no iba a ser menos mesiánico que Obama– ya estaba rodeado de sus doce apóstoles invitados al viaje.