Puedes intentar encajar las nuevas realidades en viejas categorías. O puedes inventar nuevas categorías a las que se amolden las nuevas realidades. Un camino conduce a la irrelevancia. El otro conduce a la innovación.
Alan Webber
Tiene cierta gracia repasar el histórico de anuncios de Apple en la última década. El iPod fue acogido con profundo escepticismo, incluso por los propios fans de la compañía. El iPhone maravilló a muchos, pero no faltó el coro de escépticos que se fijaban en todo lo que le faltaba al teléfono, sin percatarse del profundo cambio que podía suponer y comparándolo con otros terminales del mercado en características técnicas (o sea, perdiéndose en detalles). Ambos productos han marcado una época y han arrasado en sus respectivas industrias. El anuncio del iPad de la semana pasada ha sido recogido con parecido escepticismo, incluso por muchos usuarios del iPhone o del iPod Touch. Sí, el iPad es un Ipod Touch en grande, no tiene cámara, no tiene multitarea (aún), el teclado virtual es difícil para escribir, la batería no durará demasiado en uso intensivo, no soporta el –por otro lado insoportable– Flash, no tiene pantalla OLED y comparado con un netbook se queda corto en algunos aspectos. Y aún así arrasará. ¿Por el diseño bonito? ¿Porque es de Apple y está tocado por la mano mágica de Jobs? ¿El precio es razonablemente bajo? Nada de eso. Arrasará porque es una nueva categoría de producto pensada para una nueva realidad del mercado, y para nada comparable con los viejos y poco útiles Tablets.
Por supuesto, el aparato tiene un diseño cuidado y tecnológicamente es muy sofisticado. Pero los productos tecnológicos no se venden por el número de funcionalidades que tienen ni por lo bonitos que sean, ni por la marca que tengan fuera. Si por ello fuera, hay decenas de marcas que hacen productos fabulosos. El toque mágico de Apple pasa por trabajar en múltiples niveles, desde la tecnología al usuario, e identificar las necesidades que no están cubiertas para usuarios de a pie. Lo que sorprendió del iPhone no fue su pantalla táctil (que también) sino la facilidad de uso, el software extremadamente fácil de manejar y una curva de aprendizaje breve y divertida.
En realidad, en lo que se ha embarcado Apple desde hace tiempo, con sus luces y sus sombras, es en la reinvención de la informática personal tal y como la conocemos. Los reproductores de MP3 existían antes del iPod, los smartphones existían antes del iPhone y los sistemas operativos existían antes del Mac OS X. Pero Apple reinventó y simplificó las tres categorías, y en las dos primeras tuvo un profundo éxito imposible de replicar por otros gigantes del mercado. En el teórico nicho del iPad compiten los Tablet PCs (con su variante UMPC que fracasó hace tres años y aspiraba a lo mismo que ahora aspira el iPad), los netbooks, los smartbooks, los MIDs (mobile Internet devices) e incluso algunos teléfonos móviles. Y sin embargo, la aproximación de Apple es muy diferente. Tecnológicamente, la pantalla del iPhone y su software han probado ser una combinación explosiva que cautiva a los usuarios, quienes rara vez abandonan el iPhone por otras alternativa. Además, las 140.000 aplicaciones creadas para el iPhone son un elemento indiscutible de retención del usuario. La facilidad de uso y la permanente conectividad a internet hacen el resto.
El iPad no es un sustituto del ordenador. No aspira a acabar con ninguna de las categorías mencionadas porque toma como punto de partida la experiencia de usuario recogida en los últimos tres años, y no los 30 años de informática personal que toman el resto. Y esa experiencia es la nueva realidad. Usuarios que poco quieren saber de características técnicas y lo único que piden es que los aparatos funcionen bien, sean fáciles y les permitan posibilidades ilimitadas sin tener que preocuparse en exceso de aspectos técnicos. Esto, cuya conquista debería ser el sueño de cualquier empresa de software y hardware de consumo, es bastante más difícil de conseguir de lo que parece. Y es el gran acierto de Apple.
Se podrá argumentar, con razón, que la naturaleza cerrada de los servicios de Apple en el iPhone y en el iPad son dañinos. Hay muchas sombras en el modelo de control férreo que la empresa de la manzana ejerce sobre su comunidad de desarrolladores. Pero haciendo un análisis aséptico de la oferta de Apple, la verdad es que la superioridad en el binomio tecnología-personas de la empresa de Jobs respecto a Microsoft o Google es aún aplastante, y su capacidad para encajar las nuevas realidades en nuevas categorías es indiscutible.
El iPad será un éxito por muchas razones, pero sobre todo porque nos permitirá hacer muchas cosas de maneras nuevas y más fáciles. Y cuando empiecen a surgir aplicaciones optimizadas para ser gestionadas de manera táctil en pantallas de ese tamaño, nos daremos cuenta de la envergadura del cambio. Todo lo que no cabía en el iPhone cabrá en el iPad. Y eso, que es difícil de transmitir en una presentación de hora y media con millones de fans pendientes de detalles irrelevantes, es lo que determinará el éxito del producto. No estaba muy seguro antes de ver la presentación, pero ahora no me cabe duda. Apple se llevará el gato al agua una vez más.