A mí no me tuteen, por favor
A estas alturas al alumno español no se le impresiona por tutearlo. Bueno, sí: hoy día el tratarlos de usted los sorprende por lo inhabitual, y me consta que a algunos les complace.
"Pero, Pepe, si yo ya sé hablar, leer y escribir... ¿para qué estudio Lengua otro año?"Esta fue la pregunta que me soltó un alumno de 4º de ESO a principio de curso. Hubo que hacerle tres aclaraciones. Primera: que Pepe sólo me llaman mis amigos y compañeros (inútil aclaración, porque precisamente fue uno de esos compañeros el que les había dicho que el de Lengua se llamaba Pepe). Segunda: que exijo que los alumnos me traten de usted. Y tercera: que la razón de ser de tantos cursos de Lengua... Pero esto lo dejaré para otro artículo. Hoy vamos al asunto de los tratamientos.
Hay quien dice que desde que los alumnos nos empezaron a tratar de tú a los profesores se acabó todo nuestro prestigio y se empezó a desmoronar la posibilidad de una buena enseñanza. Otros, en cambio, afirman que el usted es una barrera que impide el acercamiento, la complicidad, la amistad, la relación cordial entre profesor y alumno. En este grupo están los que regañan amigablemente: "No me habléis de usted, que me hacéis muy mayor".
Si un profesor prefiere que el aula resulte un espacio familiar, que sea como la calle, que haya naturalidad, que el alumno no se sienta incómodo, que disfrute en la clase como disfruta del juego y que no lo traumatice la ingrata experiencia discente, es muy probable que elija el tuteo como tratamiento mutuo con el alumnado: "Oye, Manolito, sal a la pizarra". Aunque puede ser que Manolito entienda, en ese ambiente distendido, que es incómodo salir a la pizarra en ese momento –se encuentra confortablemente retrepado en su silla– y conteste: "Que no, tío, no me jodas, saca a Vanessa, que es la empollona". Objetivo alcanzado: han hecho su aparición la confianza, la espontaneidad y el feeling... Con la encantadora innovación de que el alumno, en uso de su creatividad, ha pasado del tuteo al tíoteo. Por supuesto, entre las risotadas del resto de la clase y la perplejidad del profe-coleguita. También, como antídoto para las risotadas, está la posibilidad de aliñar la confianza con unas dosis de bordería cuartelera, del tipo: "Mira, pedazo de mamón granujiento, o sales a la pizarra o te saco yo a patadas, ¿te enteras?". Lo cierto es que con la Ley del Menor esta variante no es recomendable.
Pero ¿es el usted es una reliquia del pasado? No lo parece. Tras el sarampión del tuteo falangista ("Oye, camarada") o comunista ("Compañero, únete") no se observa que la sociedad española (y menos la hispanoamericana, en general mucho más usteante) haya desterrado esta práctica. Es posible que esté en retroceso, pero yo oigo ustedes por todas partes: en los medios de comunicación, en los establecimientos públicos, en las relaciones sociales... A nadie se le ocurre, por ejemplo, en una entrevista de trabajo, soltarle al posible futuro jefe: "Bueno, mira, es que yo vengo a que me contrates". Por educación o por propio interés, a casi todos nos sale el usted, con distintas matizaciones o frecuencias, que dependen de edad, confianza, posición social o laboral, situación de comunicación, lugar, grado de intoxicación alcohólica... y buena o mala crianza.
Sin embargo, no faltan los militantes contra el usted, sobre todo entre el funcionariado de la enseñanza pública, donde todo extremismo doctrinario tiene su asiento. Según ellos, hay que derogar los tratamientos para crear una sociedad futura sin estamentos ni jerarquías. En la antigua Roma tampoco había tratamientos, y los esclavos, sudorosos, quizás encadenados y con las marcas sangrientas de los latigazos, se dirigían de tú al amo patricio que arrastraba la toga mientras le echaba un ojo a la explotación agrícola. El patricio, cómo no, le devolvía el solidario tú al siervo, también de su propiedad, como el campo.
En fin, si el usted existe y goza de plena vigencia, ¿deben los alumnos tratar igual a sus compañeros de pupitre que a un licenciado universitario que se ocupa de adentrarlos en el mundo de la cultura o de la ciencia? Porque, independientemente del tú, del usted, del vos, del vuesa merced, del excelencia, del tío, del colega, del oye o del pchs, lo que está claro es que allí hay un grupo de personas en periodo de formación frente a otra, adulta, que se encarga de la tarea de enseñar. Aunque el papel de ambos debería estar bien delimitado, hace tiempo que no lo está, y el desuso del usted es precisamente una muestra de esa confusión de papeles.
Y ya puestos, como aproximadamente desde 3º o 4º de la ESO los chicos (y aun antes las chicas) son capaces biológicamente de procrear, que es lo que diferencia a los niños de los adultos, no está de más tratarlos como tales adultos y ustearlos a ellos también, para crear en la clase lo contrario de lo que predican los tuteadores pedagógicamente correctos: un ámbito distinto de la calle, de la tele, de la familia, de la discoteca y del ligoteo.
¿Que no les va a gustar? Es que no se trata de darles gusto. Pero, además, ¿por qué no les va a gustar? Me he encontrado alumnos a quienes no les agradan mis clases porque exijo rendimiento y constancia, porque odian estudiar, porque les trae al fresco la asignatura, porque intento mantenerlos callados cuando es preciso... pero no porque los trate de usted. Sostener que el usted es una barrera que incomoda, coarta e impide la comunicación entre profesor y alumno es tan estúpido como considerar que el tú mejora el rendimiento escolar.
Es posible que hace algunas décadas, cuando el usted era la norma en las clases de bachillerato, los mozos se sintieran seducidos por la informalidad del profesor moderno, progre y avanzado, que los tuteaba y se hacía tutear. Puede que antaño eso los motivara. Pero a estas alturas al alumno español no se le impresiona con tanta facilidad. Bueno, sí: hoy día el tratarlos de usted los sorprende por lo inhabitual, y me consta que a algunos les complace.
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