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David Jiménez Torres

¿Esto es todo?

¿Y si dentro de un año, y todavía a otro de las elecciones, la economía, arrastrada por el carro franco-germano, empieza a repuntar? ¿No mucho, no bastante, sino lo suficiente para que Zapatero empiece a esgrimir gráficos con líneas que terminan subiendo?

A mediados de noviembre, alguien que iba a venir a pasar un fin de semana en Barcelona se encontró con que, dos semanas antes de su llegada, ningún hotel de la Ciudad Condal tenía habitaciones disponibles. "¿Pero dónde está la crisis?", exclamó. Un mes después, la revista americana Newsweek sacaba un número especial de fin de año titulado: Is that all?, o sea, ¿Esto es todo?. La premisa de varios de sus artículos era que, mientras hace un año nos decían que nos encontrábamos ante el fin del mundo, ante el derrumbe del capitalismo, ante una reconfiguración del mapa político, ante la posibilidad de nuevas revueltas sociales y guerras y otras catástrofes, hoy nos encontrábamos ante un mundo que no había cambiado mucho, aparte de dos o tres siglas menos en Wall Street y una tasa de desempleo algo más alta que pronto sería subsanada. En definitiva, existe cierta impresión en algunos sectores occidentales de que lo que se nos vendió como una plaga bíblica por nuestros pecados no ha sido más que un ataque de hipo: unos cuantos tragos de liquidez, y tan tranquilos.

La hipótesis inmovilista del Newsweek y de los que no encuentran habitaciones de hotel en Barcelona pareció cobrar fuerza, al menos en términos políticos, cuando los demócratas perdieron la semana pasada su eterno escaño de Massachussetts, asestando otro golpe más al presidente Obama. Porque debemos recordar que a Obama quien de verdad lo trajo al poder no fueron los fantasmas de Irak y Afganistán, ni el ansia de los americanos por una reforma sanitaria, ni el indomable espíritu de la reconciliación social, sino aquella crisis que Bush proclamó a los cuatro vientos en las últimas semanas de campaña electoral. Se suponía que la plaga bíblica de la crisis traía al nuevo Mesías para cambiar todo en Estados Unidos; la caída del rascacielos de Lehman pillaría debajo a los republicanos, y se inauguraría una nueva hegemonía demócrata y progresista en Estados Unidos, empezando (pero de ninguna manera acabando) por una reforma sanitaria que alteraría para siempre el panorama social y económico de la superpotencia.

Ahora resulta que los demócratas han perdido tres elecciones importantes seguidas, que Obama tiene peor valoración tras un año que la que tenía Bush, y que pueden quedarse no sólo sin su ambiciosa reforma sanitaria, sino sin reforma a secas. Un nuevo fracaso que metería en una dinámica negativa a los demócratas, y que podría llevarles a perder sus mayorías en ambas cámaras del Congreso en las próximas elecciones legislativas. Lo cual poco menos que enterraría al Mesías. Tan joven.

En España se suponía que la crisis también lo cambiaría todo, pero en el otro sentido. Desde hace ya dos años el PP se ha aferrado a la crisis como la llave mágica que echaría por fin a los socialistas del Gobierno y llevaría a Rajoy a la ansiada Moncloa; hasta le abriría los deseados brazos de CiU, como indicaba Artur Mas en la entrevista que le hizo ABC este domingo (esta vez no habrá firma ante notario porque "ahora el PP habla más de economía"). Y es verdad que, en parte como consecuencia de esa estrategia, el PP lidera en las encuestas; como lo es que, según demuestran las últimas predicciones del FMI, la economía española va mucho peor que la del resto de los grandes países de Occidente y seguirá así bastante tiempo. Pero, ¿y si dentro de un año, y todavía a otro de las elecciones, la economía, arrastrada por el carro franco-germano, empieza a repuntar? ¿No mucho, no bastante, sino lo suficiente para que Zapatero empiece a esgrimir gráficos con líneas que terminan subiendo y no bajando? ¿Lo suficiente para que la maquinaria del PSOE pase al ataque y la del PP, habiendo ya quemado las fotos en la cola del INEM y en comedores sociales, pase a la defensiva? ¿Qué pasará si el PP ve que empieza a fallarle la única baza que ha jugado esta legislatura? ¿Qué pasará cuando Rajoy vea que la panacea de la economía ya no sirve para paliar su desastrosa valoración entre la mayoría de ciudadanos? ¿Cuando se enfrente a la realidad de una ciudadanía que no quiere ir bien, sino ir tirando?

En el resto de Occidente van descubriendo que la Gran Recesión no es una plaga bíblica ni un draconiano acto de Dios. Puede que en España suceda lo mismo. ZP en estos instantes no se parece al capitán del Titanic, sino más bien a ese tullido teniente Dan deForrest Gump, que, subido al mástil de su pequeño barco pesquero en plena tempestad, grita a Dios: "¿Esto es lo mejor que puedes hacer?", y se ríe. El Forrest que, abajo, achica agua para mantener el buque a flote puede no ser Pepiño ni Leire ni Salgado, sino Rajoy.

En España

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